Según un estudio reciente, la corriente del Atlántico Norte podría colapsar ya en la década de 2030. Las consecuencias serían dramáticas.
La Corriente del Atlántico Norte es parte de la Circulación Meridional de Inversión del Atlántico (AMOC), que transporta masas de agua a través del Atlántico. Como tal, funciona como el calentador de agua de Europa, por así decirlo.
Varios estudios de los últimos años indican que la AMOC está al borde del colapso, debilitada por las temperaturas marítimas más cálidas y la alteración de la salinidad debido al cambio climático.
Según una investigación realizada por investigadores de la Universidad de Utrecht, un colapso de este tipo podría ocurrir mucho antes de lo que se pensaba, es decir, ya en la década de 2030 y posiblemente en 2050. El estudio se encuentra actualmente en revisión por pares y aún no se ha publicado en una revista.
Haría más frío en Europa.
“Hasta hace unos años discutíamos la posibilidad de un colapso, como un tipo de riesgo con baja probabilidad y altas consecuencias”, dijo Stefan Rahmstorf, oceanógrafo físico de la Universidad de Potsdam, que no participó en la última búsqueda. “Y ahora parece que ese es el caso”.
Las consecuencias serían dramáticas, escriben los investigadores que participaron en el estudio. El hielo ártico avanzaría hacia el sur y se extendería hasta la costa sur de Inglaterra dentro de 100 años. La temperatura promedio en Europa descendería como lo haría en América del Norte, incluidas partes de Estados Unidos. En la selva amazónica, las estaciones se invertirían completamente: la actual estación seca se convertiría en el mes de lluvias y viceversa, continúa el informe.
Los investigadores de la Universidad de Utrecht utilizaron los modelos más modernos y así identificaron por primera vez una zona del Atlántico Sur como el lugar óptimo para monitorear los cambios en la circulación y utilizar datos de observación. Allí, analizaron las temperaturas y la salinidad del océano para refinar las predicciones previas sobre cuándo el AMOC podría alcanzar su punto de inflexión.
Sin embargo, los modelos también son objeto de críticas. Por ejemplo, no tienen en cuenta el derretimiento de los casquetes polares de Groenlandia. Grandes cantidades de agua dulce se desprenden allí de la capa de hielo y desembocan en el Atlántico Norte, influyendo así en una de las fuerzas impulsoras de la circulación: la salinidad. “Ya estamos viendo una enorme entrada de agua dulce en el Atlántico Norte, que paralizará completamente el sistema”, advierte Rahmstorf.
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