Ya sea que los llamemos teleasesores o encuestadores telefónicos, sin duda hacen el trabajo más ingrato que existe al invitarse a tu casa a vender sus trastos cuando tú no les has pedido nada. Hay leyes para silenciarlos, IA para volverlos locos, consejos para deshacerse de ellos, por no hablar de los métodos más duros basados en insultos internacionales. Entonces en 20 minutosqueríamos saber cómo sobrevivimos haciendo el trabajo más odiado del universo.
Para empezar, que nos lance la primera piedra quien nunca haya enviado un colportor a pelar piedras. Porque no son muchos los franceses que acogen con agrado la llamada de Julie, que ofrece extraordinarios ahorros para su jubilación, o de Jules, que vende un préstamo renovable muy interesante. Según un estudio de UFC Que-Choisir de 2023, el 97% de los encuestados cree que el sondeo telefónico es “un flagelo”. Y Alice*, jefa de equipo de una gran empresa francesa del sector, siente claramente esta animosidad: “Cada vez más clientes se niegan a contestarnos, a veces una de cada tres llamadas. Y muchos nos piden que no les volvamos a llamar”, asegura. “Nos escuchan durante los primeros 30 segundos y luego nos cuelgan”, reconoce Sophie*, asesora telefónica desde hace diez años.
“Nos llaman ladrones, ladrones…”
Para estos últimos, el cambio se produjo no hace mucho: “Desde hace cuatro años, las cosas se complican porque la situación económica influye mucho en nuestros puestos de trabajo”, explica Sophie. “El clima que provoca ansiedad se siente en las actitudes de las personas, y una llamada puede ser la gota que colma el vaso”, añade. Concretamente, esto se traduce en “ráfagas” o insultos. “Nos llaman maleantes, ladrones… Ya me han dicho ‘me voy a matar por tu culpa'”, lamenta el asesor telefónico.
Y aunque no sea personal, las palabras duelen: “claro que me afecta, soy un ser humano”. Nadie puede permanecer indiferente si lo insultan así”, añade. Sobre todo porque la persona que llama tiene prohibido colgar o contestar, “bajo pena de sanciones”.
Sophie estima que dos o tres de cada cinco son “llamadas difíciles”. “Y no tenemos apoyo para lidiar con eso”, insiste. “En mi empresa no existen medidas para prevenir riesgos psicosociales. Hay que asumirlo uno mismo e intentar coger perspectiva”, reconoce el líder del equipo. Por eso “muchos compañeros están deprimidos”, asegura Sophie. Ella misma ya se dio por vencida y pensó en dejarlo, porque el trabajo la mantiene activa incluso los fines de semana. Excepto que hay que comer bien y pagar el crédito de la casa.
“Estamos forzando un poco, no siempre lo tenemos claro”
Además de los clientes que te envían a pastar, también existe la presión del empleador para gestionar. “Todo el mundo sabe que el trabajo es cada vez más difícil, pero los objetivos no bajan”, afirma el jefe del equipo. Así que hazlo realidad, tu tasa de encuentro del 30% con 3 de cada 5 clientes que te sugieren que vayas a jugar en la carretera. “Trabajamos bajo amenaza para lograr objetivos, con la instrucción de “cobrar” al cliente”, continúa Sophie. Porque de lo contrario no habrá bonificación sino sólo un pequeño salario mínimo. “Así que lo forzamos un poco, no siempre lo tenemos claro, porque incluso al cliente que llama para quejarse de algo, tenemos que venderle algo”, admite.
Aburridos por toda una población, exprimidos por su empleador, los encuestadores también tienen al gobierno a sus espaldas. Horarios limitados, números prohibidos, sectores regulados… “Tenemos miedo de perder el empleo con lo que podría salir pronto”, desliza Sophie. Tiene razón: el Senado adoptó a mediados de noviembre un proyecto de ley para prohibir la prospección telefónica a un “consumidor que no haya expresado previamente su consentimiento para ser objeto de prospección comercial por este medio”.
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Si escribe “sondeo” en un motor de búsqueda, las docenas de resultados principales le dirigirán a formas de deshacerse de ellos. Un operador telefónico británico incluso ha desarrollado Daisy, una abuela virtual impulsada por IA cuyo único objetivo es hacer perder el tiempo a los agentes del call center y volverlos locos. Esta unanimidad contra la profesión va más allá de la centro de llamadas : “Está claro que no es un trabajo gratificante, está mal visto”, admite Sophie. No se lo oculto a mis amigos ni a mis seres queridos, pero evito hablar de ello”.
* nombres supuestos
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