La expedición al polo sur comenzó el 2 de diciembre de 2024. Ese día, a las 11 horas (las 2 horas en París), no lejos del cabo Prud’homme, en la costa frente a la base de la isla Dumont -d’Urville, una máquina quitanieves y tres Tractores que arrastran siete trineos cargados con 25 toneladas de material avanzan por la pista helada que, ascendiendo hasta los 3.233 metros sobre el nivel del mar en la meseta, permite llegar, al final de un viaje de 1.100 kilómetros, a la estación franco-italiana de Concordia.
A bordo, reunidos para una misión de cuarenta y cinco días, se encontraban los participantes en la incursión Awaca (Ciclo Atmosférico del Agua sobre la Antártida). En total, cuatro logísticos del Instituto Polar francés Paul-Emile-Victor (IPEV) y cinco investigadores de distintos laboratorios. Se propusieron instalar, en tres puntos de esta larga ruta de abastecimiento, plataformas equipadas con instrumentos científicos capaces de funcionar de forma autónoma durante tres años consecutivos y proporcionar nueva información sobre un fenómeno meteorológico curiosamente poco conocido: las precipitaciones de nieve en la Antártida.
El continente juega un papel extremadamente importante a escala global. Al atrapar el 70% de las reservas de agua dulce del planeta en forma de hielo, mantiene los océanos en su nivel actual e incluso podría contribuir a limitar su aumento en el futuro. De hecho, explica Christophe Genthon, director de investigación del Laboratorio de Meteorología Dinámica del CNRS y corresponsable de Awaca, “Los modelos del IPCC predicen que el calentamiento global irá acompañado de un aumento en la intensidad de las precipitaciones hacia finales de siglo. Entre el 5,5% y el 24,5% para esta región, donde se producirá principalmente en forma de nevadas”.
¿La inmensa capa de hielo (la capa de hielo) que cubre casi en su totalidad este vasto continente, una vez y media el tamaño de Europa, absorberá este excedente? ¿Ayudará a moderar el aumento de los océanos? A los científicos les resulta imposible responder a esta pregunta al no poder evaluar la porción de esta agua que, al estar almacenada en la superficie en forma de hielo, no será liberada posteriormente a la atmósfera ni a los océanos de debajo. . el efecto de los vientos, reacciones de sublimación o escorrentía. Y en general, sin haber adquirido un mayor conocimiento de los procesos de acumulación de nieve en el casquete polar. “Se observó que las simulaciones climáticas sobreestimaban sistemáticamente la cantidad de precipitación que caía en la Antártida. Este sesgo demuestra que las correcciones son necesarias”, continúa Christophe Genthon. No serán fáciles de llevar a cabo.
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