Retirado desde 2016, el brasileño Adriano, exdelantero del Inter de Milán, habló este martes de su descenso a los infiernos y su problema con el alcohol.
Es un jugador que todos amaban y admiraban. Exdelantero del Inter de Milán y de la selección brasileña, Adriano (42 años) vive actualmente en la favela Vila Cruzeiro de Río de Janeiro, donde creció.
En un largo testimonio publicado el martes 12 de noviembre en el sitio web The Players’ Tribune, habló de sus días bebiendo y jugando a las cartas.
“Soy el mayor desperdicio del fútbol”, dijo el hombre que durante su esplendor recibió el apodo de Imperatore (el emperador). Me encanta esa palabra, desperdicio. No sólo por cómo suena, sino también porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Estoy bien así, en un desperdicio frenético. Me gusta este estigma. No consumo drogas, como intentan decir. No soy un criminal, aunque podría haberlo sido. No me gustan los clubes nocturnos. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio, el quiosco de Naná. Si quieres conocerme, ven a verme allí”.
La muerte de su padre lo destrozó.
Desde hace varias semanas, vídeos publicados en las redes sociales, en particular en X, muestran a Adriano completamente borracho paseando por su favela. “Bebo todos los días. ¿Cómo es posible que alguien como yo acabe bebiendo casi todos los días? No me gusta dar explicaciones a los demás. Pero aquí hay una: bebo porque no es fácil ser una promesa endeudada. Y es aún peor a mi edad”, continuó.
En su testimonio, el cuatro veces campeón de Italia con el Inter de Milán (2006, 2007, 2008, 2009) también habló de su primera experiencia con el alcohol. “Recuerdo la primera vez que mi padre me sorprendió con una copa en la mano”, explica. Yo tenía 14 años y todos en nuestra comunidad estaban de fiesta. […] En ese momento no bebía. Pero cuando vi a todos estos jóvenes… […] Tomé un vaso de plástico y lo llené de cerveza. Esta espuma fina y amarga que bajó por mi garganta por primera vez tenía un sabor particular. Se me abrió un nuevo mundo de placer. Mi madre estaba en la fiesta y vio la escena. Ella no dijo nada. Mi padre… Mierda de mierda”.
El brasileño también confió que la muerte de su padre, asesinado de un disparo en la cabeza cuando él tenía 10 años, cambió su vida para siempre. “Aún hoy es un problema que todavía no he conseguido superar”, resume el exdelantero del Flamengo. Un talento verdaderamente desperdiciado.
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