Fabrizio Ravanelli, ex icono del OM y de la Juventus, nunca ha dejado indiferente a nadie, ni dentro ni fuera del campo. Si su paso por el Olympique de Marsella entre 1997 y 1999 sigue marcado por sus 30 goles en 66 partidos, es otra faceta de su personalidad la que resurge hoy: su reputación de hombre reacio a desatar los cordones de su bolso, con una anécdota picante. para respaldarlo.
Antes de pisar el césped del Vélodrome, “la Pluma Blanca” a nivel internacional, el “Zorro de Plata” para los aficionados del Olympique de Marsella, ya se había labrado una reputación de goleador formidable en la Serie A y en el escenario europeo. Ganador de la Liga de Campeones con la Juventus en 1996, impresionó gracias a sus goles decisivos y a su celebración emblemática, con la camiseta levantada sobre su cabeza.
Un ex compañero de equipo es Fabrizio Ravanelli.
Su aventura inglesa en el Middlesbrough, donde aterrizó en 1996, reveló otro aspecto de su personalidad: una mezcla de carisma, exigencia y, según sus antiguos compañeros, avaricia. Una historia compartida por Craig Hignett, excentrocampista del club según informó estrella diariaresume bien esta reputación. Ravanelli, que entonces ganaba 42.000 libras esterlinas a la semana (50.500 euros al tipo de cambio actual), un récord en ese momento, se negó supuestamente a pagar una factura de leche de 4,50 libras esterlinas (5,5 euros), creyendo que era un “honor” para el lechero. para servirle.
Un jugador y luego entrenador enamorado del Olympique de Marsella
Anécdotas no faltan. Durante sus salidas a restaurantes, Ravanelli examinaba meticulosamente las facturas, negándose a pagar platos que no consideraba suficientemente de su agrado. Lo mismo ocurre con una factura telefónica de 5.000 libras esterlinas (6.000 euros), que supuestamente intentó negociar alegando la publicidad gratuita que dio al patrocinador del club, Cellnet, durante sus celebraciones.
Si estas historias te hacen sonreír, de ninguna manera oscurecen el impacto de Ravanelli en el fútbol. Anotador eficaz, dejó una huella imborrable allá donde pasó, desde Reggio Emilia hasta Marsella. Todo su temperamento, a menudo criticado por su franqueza o su exigencia, también lo convirtió en un profesional impulsado por la búsqueda de la perfección.
El italiano, que ahora tiene 56 años, sigue inspirando respeto, en particular en el Olympique de Marsella, donde ahora ocupa el papel de asesor institucional y deportivo. Pero en la memoria colectiva sigue siendo también este personaje colorido, capaz de incendiar estadios y provocar anécdotas legendarias.