Este derbi fue especial, porque los dos clubes atravesaban un momento complicado, están en segunda división. Sólo se disputarán cuatro en la categoría inferior, este es el segundo, en el partido de ida los lioneses habían remontado un empate de Geoffroy-Guichard.
En las filas del Lyonnais evolucionan entre otros Olivier Rouyer, así como un ex y un futuro verde, Jean-François Larios y Laurent Fournier.
El equipo de Saint-Etienne luce muy bien, en particular con Jean Castañeda en la portería, Thierry Oleksiak, Patrice Ferri o incluso Jean-François Daniel, el fallecido Jean-Luc Ribar y Roger Milla.
La primera parte estará dominada por la ASSE que conseguirá abrir el marcador a la media hora por mediación de Daniel. Pese a todo, nadie imaginaba en el descanso que el segundo tiempo se convertiría en una lección de fútbol, que recibiría el indefenso Lyonnais ante su público. Es difícil de creer hoy, pero algunos espectadores de la región del Ródano llegaron incluso a aplaudir la manifestación de Saint-Etienne, tal era el nivel de juego demostrado.
Desde la reanudación, en el minuto 46, Jean-Luc Ribar aumentó el marcador (2-0). Sólo hubo que esperar cinco minutos para ver al mismo Ribar marcar un doblete y poner el 3-0 en el marcador. A veinte minutos del final fue el lionés Patrice Ferri quien añadió el marcador (4-0). La cosa no acabó porque Diarté, que había sustituido al lesionado Milla, añadió el quinto gol, lo que empujó a algunos espectadores a irse a casa antes de tiempo. Afortunadamente para los locales, Laurent Fournier logró engañar a Jean Castañeda en el tiempo añadido, haciendo así la píldora menos amarga (5-1).
Si Henri Kasperczak, el entrenador del Saint-Etienne, estaba encantado, el técnico del Olympique Lyonnais estaba consternado, se llamaba Robert Herbin. La Esfinge, indignamente despedida de la ASSE, había respondido a las insinuaciones de los dirigentes de OL, que atravesaba uno de los peores momentos de su historia. Posteriormente, la Esfinge se negará sistemáticamente a hablar de esta triste experiencia. Cuando mucho más tarde le preguntaron cuál era el mejor recuerdo que tenía de su paso por el club de la capital de las quenelles, respondió: “Un concierto de Héctor Berlioz, en el auditorio Maurice Ravel”.
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