miPor la mañana, cuando llegas al trabajo, ¿cómo saludas? ¿Eres uno de los últimos defensores del beso? Desde la pandemia, está a punto de desaparecer si creemos en las cifras: según un estudio realizado por Qapa, en 2022, sólo el 10% de los franceses pondrán sus labios en la mejilla de sus colegas. El 90% lo boicoteó en 2022, más que en 2020 (72%), y un poco menos que en 2021 (91%). Mientras que, por su parte, el apretón de manos logró un tímido avance.
Pero la pandemia no es la única responsable de la transformación de nuestras civilidades, explica Fabienne Martin-Juchat Uga, profesora universitaria de ciencias de la comunicación e investigadora especializada en antropología de la comunicación corporal y emocional en la Universidad de Grenoble Alpes. Entrevista.
Al prohibirnos tocarnos, nos impedimos acceder a una forma de encuentro con el otro que aporta mucha información.
La pandemia y la introducción de gestos de barrera han cambiado la forma en que nos saludamos. ¿Qué pasa en 2025?
La gente se toca cada vez menos. En el momento de la pandemia, ya había escrito sobre el tema, en los libros “La aventura del cuerpo”, y en “Triste distancia”, intuyendo lo que estaba pasando: la distancia corporal había aumentado, en todas partes. Los besos, los abrazos, los cheques o los apretones de manos casi han desaparecido del ámbito social. Es evidente que hay un antes y un después del Covid.
¿Es irreversible?
Siempre es interesante, en los fenómenos de transformación, analizar las relaciones causales. En cuanto al tacto y al modo de saludarse, ciertamente existía ese miedo al cuerpo ajeno ligado al riesgo de contaminación. Pero no sólo eso: a este contexto se sumó el movimiento #MeToo. Con la cuestión del consentimiento, el ataque a la integridad corporal se siente más rápidamente. Por ejemplo, en la universidad, cuando trabajo con un estudiante, tengo que pedirle permiso para tocarle el hombro, para que no se sienta atacado. Esta transformación de la propiedad corporal es verdaderamente nueva, salvo que la relación con los demás y la empatía pasan necesariamente por la capacidad de ser experimentadas corporalmente por ellos. Finalmente, la pandemia también ha acelerado las relaciones a distancia, reduciendo las relaciones cara a cara.
Se trata, pues, de tres factores diferentes que han transformado de forma duradera nuestras prácticas. Pensábamos que el efecto “pandemia” pasaría, pero se sumaron los otros dos factores. Así que es difícil decir que habrá un paso atrás…
¿Qué cambia esto?
Potencialmente, este distanciamiento nos impide sentir. Cuando nuestra relación con los demás está constantemente mediada por la tecnología, es más probable que cometamos errores de interpretación. Tenemos dentro de nosotros una capacidad corporal para sentir las emociones del mundo, de las plantas, los animales y los humanos, porque somos mamíferos. Y es a través de nuestro cuerpo que lo sentimos, esto es lo que llamamos intercorporalidad.
¿Entonces con el distanciamiento se niega parte de la relación con el otro?
Digamos que al prohibirnos tocarnos, nos impedimos acceder a una manera de encontrar al otro que nos aporta mucha información. Es como si llegaras a un bosque con los ojos vendados y las manos a la espalda. Para comprender y experimentar una relación, debes vivirla como lo hace un niño. Para las personas que ya son maduras, esto no es un problema, pero para los jóvenes, en términos de educación, lo que está en juego es el aprendizaje de las relaciones.
¿Quieres decir que las relaciones con los demás se aprenden a través del cuerpo?
La relación humana es una relación experiencial que implica intercorporeidad. Afortunadamente, los jóvenes van a las discotecas para enfrentarse físicamente. De lo contrario, hay toda una parte del lenguaje humano –el lenguaje no verbal y el emocional– que no podrían dominar. Sabiendo que la relación intercorpórea también es útil para tranquilizarse: el contacto físico alivia tensiones y ansiedades, ahora se sabe. De ahí la importancia de llevar a tu hijo en brazos. La base de seguridad intercorpórea permite la construcción de la conciencia y luego de la conciencia lingüística. Si no existe esta base, la persona está desequilibrada.
¿Sería beneficioso devolver el beso?
Recordemos ya el significado de la salvación. Se suele decir: “yo te veo, tú me ves, estamos en una relación, y no te voy a atacar, no soy tu enemigo. » Esta es la base de la interacción humana. Todo lo cara a cara es un riesgo como en el mundo animal. Además, para desactivar este riesgo, saluda inmediatamente: saludar es un acto básico de sociabilidad. Parece inocuo, pero es fundamental.
Hoy, estos actos de civismo tienden a desaparecer como si no fuera necesario respetar la copresencia de los demás. En los espacios públicos, cada uno está en su propia burbuja, detrás de su teléfono, con los auriculares en los oídos y en silencio. Esto es problemático porque en general están desapareciendo momentos reales de copresencia, han desaparecido los momentos de sociabilidad que teníamos en el trabajo. Estamos detrás de una pantalla, no hay más discusión frente a la máquina de café; El trabajo se convierte poco a poco en una especie de coordinación a distancia y perdemos la costumbre de saludar. Un hábito banal pero en el que está en juego algo crucial: mantener los vínculos sociales.
Los espacios públicos y el trabajo se convierten en zonas completamente secas
Video. Dan abrazos gratis en las calles de Burdeos
El segundo martes de cada mes, el colectivo Free Hugs Bordeaux ofrece abrazos totalmente gratuitos en las calles de Burdeos. El concepto, procedente de Australia, se desarrolla desde 2017 en la capital de la Gironda. Y los beneficios son numerosos.
¿Es serio?
No importa si la intercorporeidad desaparece en el espacio público, siempre que se experimente en algún lugar porque es vital: es parte de nuestra base de humanidad. Pero de repente, el hecho de trasladar esta experiencia corporal al ámbito privado, a la microcomunidad, la familia, los amigos, su ecosistema, induce un riesgo de comunitarismo, de retraimiento. Por el contrario, los espacios públicos y de trabajo se convierten en zonas completamente secas.
Algunos siguen usando máscaras, en el transporte público, en los ascensores. ¿Qué dice?
El miedo al otro permaneció. Teníamos en mente un ideal de espacio público, un ideal de sociedad donde había encuentros intercorpóreos, con una riqueza real de sociabilidad que se experimentaba en todas partes. Hoy, esta socialidad está más fragmentada, fragmentada, reservada a microcomunidades.
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