COMUNIDAD. Atención básica de salud, renovación de medicamentos, evaluación física y psicológica, muestreo, tamizaje, talleres, reuniones, derivación a otros recursos de la red de salud, visitas periódicas a campo. Desde hace casi un año, el centro Entr’elles gestiona una clínica comunitaria cuya misión es intervenir con mujeres vulnerables que ya no tienen puntos de referencia en la red sanitaria. Un servicio imprescindible, más vital que nunca hasta el punto de que la organización comunitaria se plantea dar la bienvenida a una segunda enfermera clínica a sus filas.
Lanzado el pasado mes de febrero, este proyecto de clínica comunitaria para mujeres en Entr’elles no era una moda pasajera. El nuevo recurso sanitario responde a una necesidad sobre el terreno, como lo demuestra esta estadística recogida por la organización: desde abril, aproximadamente 80 expedientes han sido tramitados por el profesional sanitario, sin contar los 260 encuentros con mujeres supervisados por el clínico.
“Estoy aquí desde hace seis meses… 260 reuniones, eso es enorme”, confiesa Sarah De Lierre, enfermera clínica de Entr’elles, que vino como refuerzo tras la partida de Amélie Brouillette (baja por maternidad).
“La necesidad definitivamente existe, el número de personas sin hogar no hace más que aumentar. Estas personas suelen caer entre dos sillas, necesitan ayuda además de enfermarse en ocasiones. ¿Es esto preocupante? Sí. “Es preocupante porque hay problemas de salud y de infección que se transmiten al compartir equipos”, afirma la enfermera clínica.
Presencia esencial
Además, en las últimas semanas, la enfermera acudió a Partage Notre-Dame para realizar una clínica de detección de infecciones de transmisión sexual y sanguínea (ITS). Una actividad popular según nuestro interlocutor.
Dado que enfermedades infecciosas como el VIH y la hepatitis C circulan debido al uso compartido de equipos de inyección, no debería sorprender que la gente haga fila para hacerse la prueba. “Por eso hacemos exámenes masivos”.
“En Partage funcionó muy bien, teníamos muchos usuarios (hombres y mujeres). Un colega me dijo que la última vez que una clínica tuvo tanto éxito fue hace al menos seis años”, sugiere Sarah De Lierre.
“Sarah, casi no la vemos durante semanas. Llega por la mañana y se va al campo. También puede ir a un albergue, brindar apoyo al hospital o establecer vínculos con la red de salud después de intervenciones y evaluaciones (…)”, dice Sophia Cotton, coordinadora de Entr’then.
“Algunos días puedo atender hasta ocho pacientes al día”, añade la enfermera clínica.
Para Sophia Cotton, este proyecto piloto de clínica comunitaria debe convertirse en un recurso permanente, porque las necesidades de las mujeres vulnerables no van a disminuir, según ella. “Soy optimista en la vida. Quiero mantener mis servicios y estoy listo para buscar financiamiento. Después de un año, nuestra clínica funciona bien, por suerte o por desgracia. No planeo dejar ir a Sarah cuando Amélie regrese (de su baja por maternidad)”.
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