“Para la vida cotidiana del paciente, no hay nadie”, dijo a la AFP Fabrice Rodenburger, exhausto por un año de “lucha permanente” para que su padre, que padece un cáncer de pulmón deslumbrante, fuera diagnosticado y apoyado, denunciando desigualdades en la asistencia. .
“Cuando papá tenía dolores en casa, vomitaba y tenía problemas para respirar, llamé a Samu desde las 8 p.m. En un año tuve que llamar 5 o 6 veces a un médico para que viniera a verlo por la noche”, recuerda.
Recopilado por la Liga contra el Cáncer, su testimonio se incorporará a un Manifiesto que alertará, a principios de 2025, sobre las lagunas en la atención a los pacientes: costes de bolsillo y dificultades financieras, retrasos en el acceso a la atención, falta de apoyo.
A los Estados Generales de Enfermos de Cáncer organizados por la Liga en 1998 le siguieron tres Planes Oncológicos sucesivos y una estrategia decenal de control (2021-2030).
“Bomba demográfica”
En el verano de 2022, Jean-Claude Rodenburger, de 77 años, que vive en un pueblo cercano a Sens (Yonne), ingresó en urgencias por un derrame pleural y salió tras una exploración y palabras tranquilizadoras, con tratamiento con antibióticos. Pero al verlo debilitarse y perder 20 kg en un mes, su hijo lucha “por encontrar un neumólogo”.
“Imposible: los dos especialistas de Sens no atendían nuevos pacientes, no había ninguno en el hospital”. Fabrice, que vive a 120 kilómetros de sus padres, lleva a su padre “a una cita en Auxerre, a 60 kilómetros” de su casa.
“Una verdadera bomba en demografía médica a corto plazo”, Yonne cuenta con casi 4 médicos veteranos por cada médico joven, según el Atlas de demografía médica publicado por la Orden de Médicos.
Anunciado “sin ceremonias”, el diagnóstico de cáncer de pulmón cayó dos meses después: Fabrice intentó entonces que la quimioterapia de su padre se realizara más cerca de casa. Se “siente abandonado” antes de ser asistido por un médico de la unidad de cuidados intensivos.
“De un día para otro”, deberá organizar los cuidados de su padre en casa. “Hay un padre que está permanentemente postrado en cama, que ya no puede caminar y que necesita que lo sostengan para ducharse. Pedí desesperadamente la hospitalización a domicilio”; la obtuvo apenas un mes antes de la muerte de su padre, tratado con quimioterapia en Châlons-en-Champagne.
“Estaciones de la Cruz”
Según una encuesta de Ipsos para la Liga Contra el Cáncer publicada el jueves, más de uno de cada cuatro pacientes (28%) ya ha sufrido interrupciones en el tratamiento por falta de disponibilidad de profesionales sanitarios o de medicamentos.
En un informe reciente, la Academia Nacional de Medicina advierte de las desigualdades territoriales “en todo el recorrido asistencial” en oncología y recomienda “una política de prevención activa” para los pacientes curados pero con alto riesgo de complicaciones y muerte prematura.
Si “encontró cuidadores maravillosos”, Fabrice Rodenburger lamenta que el cuidador deba “emplear todas sus fuerzas en la batalla para buscar y coordinar los cuidados” con el fin de calmar a un “ser querido en sufrimiento permanente”. Al final de un año de “viacrucis”, sufrió un agotamiento.
“Ahorros secundarios”
Otro factor de desigualdad en la atención a las personas que padecen cáncer: el no reembolso de los cuidados de apoyo: consejos dietéticos, actividades físicas adaptadas, apoyo psicológico, cuidados higiénicos y estéticos, etc.
“Desde el punto de vista económico, hay que tener algunos ahorros a un lado”, resume Aurélie Gil, de 48 años, educadora de protección infantil en Belfort, diagnosticada de cáncer de mama en 2020. “Desde el inicio de la enfermedad, necesitamos muchos cosas que no se reembolsan: cremas contra la sequedad vaginal, barniz para que no se caigan las uñas durante la quimioterapia, seguimiento psicológico…”, enumera.
Para su reconstrucción mamaria decidió contratar, para financiar el exceso de gastos, un préstamo al consumo de 2.000 euros.
Los cánceres siguen siendo la primera causa de mortalidad prematura en Francia entre los hombres, la segunda entre las mujeres, y su frecuencia se ha duplicado en unos treinta años, con más de 433.000 nuevos casos en Francia continental.
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