Anteriormente relegada a una simple curiosidad científica, la microbiota está ahora en el centro de las preocupaciones médicas y nutricionales. Este complejo ecosistema, formado por miles de millones de bacterias, levaduras y otros microorganismos que viven principalmente en nuestros intestinos, influye en mucho más que nuestra digestión. Inmunidad, metabolismo, salud mental… las promesas asociadas a la microbiota parecen infinitas. Pero, ¿estas esperanzas están a la altura de la ciencia? A través de los prebióticos y los probióticos, a menudo promocionados como la clave para una salud óptima, la microbiota plantea tantas preguntas como ofrece soluciones. Para comprender este entorno tan rico como complejo, GQ Habló con la Dra. Joelle Tubiana, endocrinóloga y médica especialista en nutrición.
¿Qué es la microbiota?
Antes de explorar soluciones para mantenerlo, es fundamental comprender su función. La microbiota intestinal, a veces apodada “el segundo cerebro”, reúne cerca de 100.000 billones de microorganismos. Estos inquilinos invisibles viven en armonía con nuestro cuerpo y realizan funciones vitales: facilitan la digestión, protegen contra patógenos y participan en la síntesis de ciertos nutrientes, como las vitaminas B o K. Además, mantienen una comunicación constante con el cerebro, a través de lo que llamamos eje intestino-cerebro.
Sin embargo, este equilibrio puede ser frágil. Según la Dra. Joëlle Tubiana, nutricionista, sólo hemos arañado la superficie de la comprensión de este órgano invisible. Aunque es único para cada individuo, refleja directamente nuestro estilo de vida, nuestra dieta e incluso nuestro entorno.
Prebióticos y probióticos: funciones complementarias pero poco comprendidas
Las palabras “prebióticos” y “probióticos” están en todas partes, pero ¿qué significan realmente?
Los probióticos, ante todo, son bacterias vivas que consumimos a través de alimentos fermentados como el yogur, el kéfir o incluso el kimchi. Estas “bacterias buenas” también se pueden tomar en forma de complementos alimenticios para fortalecer o reequilibrar la microbiota.
Al mismo tiempo, los prebióticos se refieren a fibras no digeribles que nutren estas bacterias ya presentes en nuestro intestino. Piense en ellos como un fertilizante natural que promueve el crecimiento y la diversidad bacteriana. Se encuentran en alimentos sencillos: ajo, espárragos, plátanos e incluso puerros.
El doctor Tubiana explica que “las fibras prebióticas fertilizan la microbiota y son esenciales para mantener su diversidad, un indicador clave de una buena salud intestinal”. Pero a pesar de su complementariedad, los estilos de vida modernos socavan este equilibrio: “nuestra dieta del siglo XXmi siglo redujo la diversidad de la microbiota y, por tanto, provocó enfermedades”. Las dietas ricas en alimentos procesados, bajas en fibra, favorecen el empobrecimiento de la flora intestinal. Y, paradójicamente, “consumimos más probióticos en forma de suplementos, descuidando en nuestra dieta los prebióticos naturales”, subraya el experto.
Probióticos, ¿una solución milagrosa?
Los probióticos suelen presentarse como una panacea, capaz de curar trastornos intestinales, mejorar el estado de ánimo o incluso fortalecer el sistema inmunológico. En realidad, su eficacia tiene matices. Los estudios demuestran que pueden resultar beneficiosos en contextos muy específicos: recuperación tras un tratamiento con antibióticos, tratamiento de la diarrea infecciosa o alivio de los síntomas del síndrome del intestino irritable.
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