Los largos y tortuosos brazos de las quebradizas estrellas, estas primas de las estrellas de mar, se enredan en los finos encajes de su colonia, formando una extraña quimera… Pero la verdadera convivencia se nos escapa a la vista. callogorgia delta y callogorgia americana son dos especies de corales blandos del Golfo de México, que habitan en profundidades que oscilan entre los 300 y los 900 metros, donde reina la oscuridad total.
Al estudiar algunas de estas colonias de coral, un equipo de investigación germano-estadounidense descubrió dos especies de bacterias previamente desconocidas estrechamente relacionadas entre sí. Según análisis genéticos, estos microbios podrían vincularse a una familia completamente nueva, llamada Oceanoplasmatáceas (nota de prensa de la Universidad de Oldenburg).
Mientras que los corales tropicales bañados por la luz de las aguas superficiales se benefician de la energía proporcionada por pequeñas algas fotosintéticas (zooxantelas) que realizan la fotosíntesis, los corales de aguas frías o “corales profundos” generalmente dependen de las bacterias para convertir nutrientes u obtener energía a partir de compuestos químicos (quimiosíntesis). .
Unos cientos de genes codificadores de proteínas.
Aunque los autores del estudio publicado el 4 de noviembre en la revista Nature Communications aún no saben si las bacterias Oceanoplasmatáceas proporcionar algún beneficio al coral, sin embargo, parece ser todo lo contrario, ya que la única fuente de energía para estos microbios es la arginina, un aminoácido proporcionado por su huésped.
Una investigación en profundidad reveló que estas bacterias vivían en simbiosis con estos corales, dentro de una capa gelatinosa de tejido involucrada tanto en la defensa inmune como en el transporte de nutrientes.
Aún más sorprendente, las especies recientemente identificadas (Oceanoplasma callogorgiae y Thalassoplasma callogorgiae) contienen respectivamente sólo 359 y 385 genes que codifican proteínas que garantizan diversas funciones metabólicas; en comparación, las bacterias intestinales Escherichia coli contiene más de 4.000 de estos genes, mientras que los humanos tenemos alrededor de 21.000.
“Estas bacterias ni siquiera tienen genes para el metabolismo normal de los carbohidratos, es decir, para obtener energía de los carbohidratos, como ocurre prácticamente con todos los organismos vivos”señala Iliana Baums, profesora del Instituto Helmholtz de Biodiversidad Marina Funcional (HIFMB) de la Universidad de Oldenburg (nota de prensa).
Eliminar el ADN extraño
Y eso no es todo. Ambas especies bacterianas utilizan sistemas tipo “CRISPR/Cas” para eliminar el ADN extraño. Si te suena esta bárbara sigla es porque hace referencia a una técnica de modificación genética utilizada en los laboratorios.
En el caso del ecosistema estudiado, los autores especulan que estos mecanismos bacterianos podrían resultar útiles para los corales, quizás ayudándolos a repeler patógenos. Una hipótesis que, por tanto, será objeto de futuros trabajos de investigación y, probablemente, de futuros descubrimientos.
Recientemente, investigadores detectaron la presencia de partículas de plástico en muestras de corales tropicales, revelando una nueva pista para determinar dónde termina y desaparece el plástico en el océano. Queda por ver si los corales profundos también están contaminados…
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