Sentada una al lado de la otra en un banco del parque, Madeleine, con los ojos húmedos, confía a su vecino Paul sus inquietudes económicas, describiéndole cómo lucha desde hace varios meses para llegar a fin de mes. Conmovido por su desesperación, con una lágrima en los ojos y la cabeza gacha, Paul siente que se le oprime el corazón, las preocupaciones de Madeleine resuenan en él como una canción triste, amplificando sus propios miedos.
Paul es claramente vulnerable al contagio emocional: “Así como algunas personas corren un mayor riesgo de contraer un virus respiratorio al estar en contacto con alguien infectado, otras tienden a “contagiarse” más fácilmente de las emociones de las personas que los rodean”, explica Marie- Josée Richer, que ha realizado un trabajo doctoral sobre la salud mental de las personas mayores y su vulnerabilidad al contagio emocional.
“Una persona vulnerable al contagio emocional será particularmente sensible a las emociones de los demás”, explica Pierrich Plusquellec, profesor de la Escuela de Psicoeducación de la Universidad de Montreal. Este fenómeno adaptativo se manifiesta inconscientemente a través de la imitación de expresiones faciales, gestos y posturas, dando lugar a una convergencia emocional. Por ejemplo, esta persona se sentirá físicamente tensa al ver gente enfadada en la televisión, tendrá lágrimas en los ojos si alguien llora delante de ella, tendrá mejor moral sólo al estar en contacto con una persona feliz.
El profesor, que también es codirector del Centro para el Estudio del Estrés Humano, añade: “Cuando medimos la vulnerabilidad al contagio emocional, observamos una variedad de emociones, incluidas la alegría, el amor, la ira y el miedo. El contagio emocional juega un papel esencial en una sociedad, porque es la base de la empatía”.
Sin embargo, esta vulnerabilidad tiene un doble filo, porque parece ser mayor entre las personas mayores que sufren problemas psicológicos. Esto se desprende del estudio realizado por Marie-Josée Richer, codirigido por Pierrich Plusquellec y el profesor de psicología Sébastien Grenier, y cuyos resultados acaban de publicarse en la revista científica Más salud mental.
“Esta investigación forma parte de mi trabajo sobre la resiliencia psicológica de las personas mayores”, subraya el investigador, que ocupa un puesto de psicoeducador en el Instituto Universitario de Geriatría de Montreal. El objetivo principal era comprender mejor los factores que influyen en esta resiliencia en las personas mayores para prevenir el malestar psicológico. Estos últimos pueden tener efectos muy perjudiciales para su salud general, como mayores riesgos de enfermedades cardiovasculares, deterioro cognitivo y mortalidad prematura.
Los investigadores han observado que la vulnerabilidad al contagio emocional varía de un individuo a otro, al igual que los rasgos de personalidad. Esta vulnerabilidad, según ellos, a menudo todavía se pasa por alto en los estudios sobre salud mental, especialmente entre las personas mayores.
Antecedentes del estudio
Los investigadores trabajaron con un grupo de 170 adultos de 55 años o más que enfrentaban diversos tipos de adversidad. La adversidad se refiere a los desafíos, obstáculos o condiciones difíciles que un individuo puede enfrentar, como el duelo, el conflicto con un ser querido (adversidad explícita) o incluso la vulnerabilidad al contagio emocional (adversidad implícita).
El estudio fue parte de un proyecto más amplio que evalúa los efectos de un programa sobre el manejo del estrés y su contagio. Los sujetos del estudio debían vivir en una región metropolitana de Quebec, hablar francés y estar interesados en técnicas de gestión del estrés en grupo. Los investigadores querían incluir una amplia gama de personas, sin excluir a aquellas con distintos niveles de angustia psicológica o limitaciones físicas, para representar mejor a la población general.
Se recopilaron datos entre septiembre de 2018 y septiembre de 2019 de 170 personas mayores que vivían en una residencia de retiro o se beneficiaban de servicios de organizaciones comunitarias. La muestra de participantes estuvo compuesta mayoritariamente por mujeres (85,4%), cuya edad promedio fue de 76,1 años, teniendo los sujetos entre 56 y 96 años. La mayoría de las personas participantes nacieron en Canadá y vivían solas.
Malestar psicológico: de la ansiedad a la depresión ansiosa
Los sujetos del estudio fueron clasificados en tres grupos según su nivel de angustia psicológica. Casi el 45% estaban en el perfil de ansiedad y mostraban únicamente síntomas clínicos y subclínicos de ansiedad. Aproximadamente el 20% se encontraba en el perfil de depresión ansiosa, con síntomas clínicos y subclínicos tanto de ansiedad como de depresión. El último grupo incluía individuos que no presentaban síntomas significativos de ansiedad o depresión, correspondientes a un perfil sin malestar clínico.
Según Sébastien Grenier, “llamamos síntomas “subclínicos” y “clínicos” de intensidad variable que pueden ser lo suficientemente importantes como para alterar la vida cotidiana de una persona mayor. Los síntomas son clínicos cuando cumplen con los criterios para un diagnóstico formal de ansiedad o depresión. Por ejemplo, una persona con ansiedad clínica puede tener frecuentes ataques de pánico, dificultad para salir de casa y aislarse socialmente. Una persona con ansiedad subclínica no tendría ningún diagnóstico de este trastorno, pero podría sufrir somatización y preocupación que interfiera con el funcionamiento diario.
El índice de vulnerabilidad al contagio emocional
Para analizar el malestar psicológico, los investigadores tuvieron en cuenta diversos factores como el género, la edad, los ingresos, la convivencia, el nivel de autonomía, la disponibilidad y satisfacción con la red social, así como las estrategias de adaptación a la adversidad. Agregaron un índice de vulnerabilidad al contagio emocional para medir esta característica.
Los resultados muestran que las personas mayores más vulnerables al contagio emocional tenían entre 8,5 y 10 veces más probabilidades de presentar ansiedad o síntomas ansioso-depresivos en comparación con aquellos que eran menos vulnerables.
Esto fue independiente de otros factores como el nivel de apoyo social o las estrategias de afrontamiento. Es la primera vez que se estudia esta susceptibilidad al contagio emocional como factor determinante del malestar psicológico en personas mayores.
Residencias de ancianos: la importancia de mantenerse informado
El estudio no pudo establecer un vínculo causal entre la vulnerabilidad al contagio emocional y la angustia psicológica. Sin embargo, destaca la importancia de tener en cuenta tanto la adversidad explícita como la adversidad implícita para centrarse en las personas mayores en riesgo de sufrir problemas psicológicos. En entornos de vida comunitaria, como residencias de mayores o situaciones de cuidados cercanos, se deben considerar de forma proactiva los riesgos de contagio emocional.
Los investigadores recomiendan diseñar herramientas para ayudar a las personas más vulnerables al contagio emocional a gestionar mejor este aspecto de sus vidas. Esto podría fortalecer su resiliencia psicológica y ayudar a mejorar su calidad de vida. También sugieren que investigaciones futuras examinen los factores moderadores entre la vulnerabilidad al contagio emocional y la angustia psicológica en adultos mayores para comprender mejor este fenómeno y su impacto en la salud mental.
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