Los niños que viven con discapacidad intelectual no sólo tienen más probabilidades de ser víctimas de abuso sexual, sino que las consecuencias de esta agresión les afectan más gravemente.
Según un nuevo estudio, estos jóvenes tienen 3,5 veces más probabilidades de ser objeto de una denuncia de abuso sexual fundamentado que sus pares sin trastornos del neurodesarrollo y este abuso lleva a un mayor número de consultas especializadas por problemas físicos y consecuencias mentales que resultan. . Estos niños tendrían así más problemas de salud, tanto física como mental, que los jóvenes sin discapacidad intelectual que han sido agredidos sexualmente y aquellos con discapacidad intelectual pero que no han sufrido agresiones sexuales.
“Ya sabíamos que los jóvenes con discapacidad intelectual estaban sobrerrepresentados en los grupos de niños que habían sufrido abusos sexuales, pero hasta ahora no teníamos datos longitudinales”, afirma Isabelle Daigneault, investigadora principal del estudio y profesora del Departamento de Psicología en la Universidad de Montreal.
Porque este estudio cruza por primera vez datos de la Régie de l’assurance santé du Québec y del Ministerio de Salud y Servicios Sociales que cubren un período de 17 años con información de más de 10 años de la Dirección de Protección de la Juventud, todos los factores socioeconómicos revisado.
Especificidades a tener en cuenta
Isabelle Daigneault
Crédito: Cortesía
Para Isabelle Daigneault, esta sobrerrepresentación puede explicarse en particular por el contexto social en el que evolucionan los niños con discapacidad intelectual. En general, estos jóvenes son puestos al cuidado de personas ajenas a la familia antes y con mayor frecuencia. “Y la ausencia de un tutor es un factor de riesgo, ya que las personas tentadas a abusar de un niño se aprovecharán de esta situación vulnerable”, señala.
Además, continúa el investigador, estos niños podrían tener más dificultades para expresarse para conseguir ayuda y darse cuenta de que una situación es inadecuada. Recuerde que el abuso sexual no siempre es violento, puede tomar la forma de chantaje y manipulación, manifestaciones más insidiosas.
“Por tanto, es menos probable que el niño denuncie rápidamente la situación”, subraya la psicóloga. Podemos suponer que las secuelas más graves pueden deberse precisamente al hecho de que el abuso dura más”.
¿Qué hacer?
“Se han puesto en marcha pocos o ningún medio para hacer frente a esta realidad”, señala inmediatamente Isabelle Daigneault. Sobre todo, debemos apoyar el desarrollo de los niños para garantizar que se conviertan en adultos y padres que no abusen de los niños y, al mismo tiempo, prepararlos para buscar ayuda si ellos mismos experimentan una situación difícil, cree el profesor.
Por lo tanto, fomentar una educación sexual que aborde directamente la violencia sexual. “Pero también educación adaptada para niños con discapacidad intelectual, ya que algunos no reciben nada por falta de programas adaptados”, especifica el investigador. Por tanto, se debe sensibilizar al niño para que pueda identificar contextos de riesgo, luego sepa reconocer sus necesidades y establecer sus límites.
Al mismo tiempo, Isabelle Daigneault añade que no existe ninguna intervención adecuada destinada a reducir las secuelas y evitar las recurrencias para estos niños vulnerables. Por ejemplo, sugiere crear programas de prevención dirigidos a los padres para informarles mejor sobre los riesgos y aumentar su supervisión.
“También es necesario crear programas para las víctimas jóvenes que permitan abordar los factores asociados a la revictimización”, concluye.
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