Según el Inserm, entre el 15 y el 20% de la población experimenta un episodio depresivo o un estado de tristeza profunda que se prolonga en algún momento de su vida. Sin embargo, el 30% de los pacientes que padecen depresión se resisten a los tratamientos médicos tradicionales (antidepresivos).
Por este motivo, varios investigadores del Instituto Pasteur y del CNRS decidieron explorar la amígdala en un modelo experimental animal utilizando ratones o ratas para estudiar su funcionamiento durante los episodios depresivos. Al igual que los humanos, estos animales presentan comportamientos de ansiedad y estrés y responden a los estímulos olfativos con tendencia negativa, según el estudio.
Desarrollo de nuevos tratamientos.
Como resultado, en un estado depresivo, las neuronas implicadas en la codificación de estímulos positivos son mucho menos activas de lo habitual, mientras que las implicadas en la codificación de estímulos negativos se utilizan intensamente. Así, la depresión estaría ligada a una disfunción de los circuitos de la amígdala.
“Ahora sabemos que la amígdala participa en la evaluación del valor emocional de los estímulos ambientales, lo que conduce a atracción o repulsión, pero también que juega un papel en la depresión”, explica Mariana Alonso, coautora principal del estudio.
¿Cuál es el impacto de la depresión en la memoria?
Pequeña distinción: la depresión no es una enfermedad de la memoria, pero los trastornos del estado de ánimo provocan problemas de memoria. El profesor Francis Eustache, neuropsicólogo, dirige la unidad de investigación del Inserm “Neuropsicología e imágenes de la memoria humana” en la Universidad de Caen-Normandía y preside el consejo científico del Observatorio de la Memoria B2V. Aceptó responder las preguntas de Destination Santé.
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