Ciertos hábitos que a veces consideramos inofensivos pueden tener repercusiones negativas en nuestra salud y, más concretamente, en nuestro cerebro. Entre ellos, saltarse el desayuno ocupa un lugar destacado. Si bien esta práctica a menudo se trivializa o se adopta como parte de determinadas dietas, estudios recientes advierten de sus efectos nocivos a largo plazo, especialmente en el cerebro. Según una investigación científica, no comer por la mañana acelera el deterioro cognitivo.
¿Por qué no deberías saltarte el desayuno?
Aunque el ayuno intermitente es popular por sus supuestos beneficios para la pérdida de peso, podría tener un impacto furtivo en el cerebro. Como se informó Doctissimoun estudio de 859 personas de 60 años analizó los efectos de este hábito. Los participantes, que estaban cognitivamente sanos al inicio del estudio, se dividieron según si desayunaban o no. A continuación, estos últimos fueron sometidos a pruebas cognitivas periódicas, en particular el “Mini Examen del Estado Mental” (MMSE), durante un período de tres años. Los resultados iniciales no mostraron diferencias significativas, pero la situación cambió con el tiempo.
Los investigadores descubrieron que después de 36 meses, los participantes que con frecuencia se saltaban el desayuno tenían puntuaciones MMSE significativamente más bajas. En otras palabras, su estado cognitivo se había deteriorado más rápidamente que el de los demás participantes. Esta diferencia no debe tomarse a la ligera: refleja una disminución de las funciones cognitivas esenciales para mantener una buena calidad de vida en las personas mayores. Los análisis de resonancia magnética también revelaron una marcada atrofia cerebral en 34 participantes con el hábito de saltarse el desayuno.
Una explicación neurobiológica
Los científicos atribuyen estos efectos al vínculo entre los hábitos alimentarios y la restauración neurológica. No consumir alimentos al despertar podría provocar una deficiencia energética, privando así al cerebro de los recursos necesarios para su correcto funcionamiento. Esta deficiencia energética afectaría a la reparación de las células cerebrales y aceleraría los procesos neurodegenerativos, aumentando potencialmente el riesgo de enfermedades como el Alzheimer, especialmente en portadores del gen ApoE.
Según este estudio, un desayuno equilibrado podría desempeñar un papel protector contra el deterioro cognitivo. Este simple gesto cotidiano constituye una fuente esencial de energía para el cerebro, especialmente a medida que envejecemos. Si bien persiste el debate sobre la importancia del desayuno, este trabajo proporciona evidencia sólida de que no es la comida más importante del día en vano.
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