Es difícil de ignorar: el calentamiento global pondrá a prueba nuestros cuerpos y cerebros. En primer lugar, directamente, por el aumento del número de muertes durante episodios de calor extremo, principalmente relacionadas con la deshidratación, como ocurrió en 2003 en Francia, con la muerte de cerca de 15.000 personas. “La mortalidad relacionada con el calor entre las personas mayores de 65 años aumentó un 167% en comparación con 1990”, subraya un alarmante estudio de La lanceta.
A esto se suman fuertes precipitaciones u otros fenómenos climáticos más extremos y frecuentes que causarán numerosas víctimas, como lo demuestran las inundaciones en Valencia, en España, cuyo balance provisional de víctimas mortales asciende a 227 fallecidos. Pero muchos otros efectos indirectos afectarán significativamente a nuestra salud. Por tanto, el cambio climático modificará significativamente la producción agrícola, reduciendo los rendimientos en determinados casos. “También observamos una degradación de la composición de nutrientes de determinados cereales con el calor”explica Basile Chaix, director de investigación del Inserm y de la Universidad de la Sorbona.
Mal tiempo: las redes eléctricas en primera línea
El aumento de las temperaturas también favorece el desarrollo de insectos portadores de enfermedades. Es el caso del mosquito tigre, presente actualmente hasta Normandía. Dengue, Zika, Chikungunya… Estas enfermedades tropicales están apareciendo en Francia. “Entre el 1 de enero y el 19 de abril de 2024, se notificaron a Public Health France 1.679 casos de dengue importado, frente a 131 en el mismo período de 2023”. nota Salud Pública Francia. Una explosión debida a dos fenómenos: el calor aumenta el número de huevos de las hembras de los mosquitos, pero también favorece la replicación del virus. Otro vector de enfermedades: la garrapata. Este último, presente en la mayor parte de Francia, ve acelerar su ciclo de desarrollo con el aumento de las temperaturas.
El riesgo de suicidio
Otra preocupación que preocupa cada vez más a los investigadores: el vínculo directo entre el calor y el deterioro de la salud mental. Varios estudios muestran un aumento de los trastornos mentales, los suicidios e incluso los ataques y, en general, la violencia, durante los picos de calor. Por ejemplo, por cada aumento de 1°C en la temperatura media mensual, el riesgo de suicidio aumenta un 1,5%. Aún más sorprendente, un estudio estadounidense estableció un paralelo entre las temperaturas extremas y la cantidad de mensajes de odio en la red social.
aumentar el odio en línea en un 22,5%. La causa: la falta de sueño, por un lado, que aumenta la irritabilidad y el estrés. Un efecto del calor, por otro lado, sobre la producción de hormonas como la dopamina y la serotonina, afectando, de nuevo, a la ansiedad y al estado de ánimo. Una violencia que seguramente aumentará con la escasez de recursos, en particular el agua, que ya es objeto de varios enfrentamientos en Francia.
“Lo que no cambia son los límites físicos del planeta” (Marie-Claire Daveu, directora de desarrollo sostenible de Kering)
Contaminación y calor: un mal cóctel
Es costumbre ver un cartel de advertencia en el camino hacia las vacaciones de verano: “Contaminación del aire, reduce la velocidad”. Y con razón, el aumento de las temperaturas provoca
el aumento de la concentración de ozono en el aire, un gas muy irritante para las mucosas humanas. Otro efecto del calentamiento: el aumento del número y la intensidad de los incendios forestales. En Francia, entre 2001 y 2020 se registraron una media de siete megaincendios, que destruyeron más de 100 hectáreas de bosques, según el Instituto Nacional de Investigación sobre Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente (INRAE). El calentamiento global favorecerá una media de diez por año en 2050, y veinte si seguimos el escenario más pesimista de los científicos. Sin embargo, la combustión de la madera emite finas partículas llamadas PM 2,5 -cuyo diámetro es menor o igual a 2,5 micrómetros- que penetran en el interior de los pulmones. Además, las tormentas de polvo en las regiones áridas y semiáridas, que también están aumentando por efecto del cambio climático, añaden partículas al aire. A corto plazo, esto conduce a un aumento de las enfermedades respiratorias y cardiovasculares. El efecto a largo plazo es más incierto, pero algunos científicos temen un aumento del riesgo de cáncer o incluso de trastornos psicológicos como la demencia.