Subjetivo y específico de cada persona, el dolor puede llegar a ser tan intenso que resulta insoportable. Las mujeres piensan en dar a luz sin epidural, pero hay cosas peores, según un estudio publicado en la revista Dolor por investigadores canadienses de la Universidad McGill. Este último quería determinar el peor sufrimiento que podía sufrir un individuo y así estableció (a partir de cuestionarios enviados a cientos de pacientes) una escala de dolor.
En él, cada tipo de dolor está asociado a un índice que va del 0 al 50: 0 corresponde a “sin dolor”, siendo 50 un dolor que un humano no podría soportar. Por ejemplo, un esguince de tobillo corresponde a un índice de 13, un dolor de espalda crónico a un índice de 25, una fibromialgia a un índice de 30. Entre los peores dolores, encontramos los dolores que se sienten durante el parto (índice de 35), los de una amputación del dedo (40) o, con una puntuación de 42 sobre 50, los de la picadura de un insecto que se puede encontrar en Centro y Sudamérica: la hormiga Paraponera clavata o “bala de pistola”, apodada así porque el dolor provocaría ser comparable al que se siente durante un disparo.
En primer lugar en el ranking de los dolores más insoportables se encuentra el síndrome de dolor regional complejo (SDRC), término que se refiere a un conjunto de síntomas neurológicos crónicos que pueden ocurrir después de un traumatismo (más a menudo en el pie o en la mano: fractura, operación, aplastamiento). lesión, amputación) y tras daño a los nervios responsables del dolor. Distinguimos entre SDRC tipo 1, cuando el dolor está relacionado con daños en los tejidos blandos o en los huesos, y CRPS tipo 2, relacionado con daños a los nervios. Es la forma más aguda que puede alcanzar un índice de 47 sobre 50 en la escala de dolor. El peor dolor que un ser humano puede sentir.
Aunque es difícil describir el dolor que provoca este síndrome, los investigadores hablan de un dolor “ardiente”, “pulsátil” que puede extenderse por todo el cuerpo y parecerse a una quemadura aguda acompañada de “descargas eléctricas”. Además del dolor, los pacientes se quejan de edema, hipersensibilidad cutánea y temblores incontrolables. El malestar psicológico (ansiedad, depresión) es casi inevitable.
La evolución es difícil de predecir: el síndrome puede calmarse espontáneamente o permanecer estable durante varios meses o incluso años. No existe cura para curarlo. Sólo los tratamientos sintomáticos pueden aliviar el dolor (analgésicos, opiáceos, antidepresivos, infusiones anestésicas, etc.), lo que lo convierte en una enfermedad especialmente formidable. En Francia, 50.000 personas se verían afectadas.