Entendiendo la patología
Esta enfermedad inflamatoria crónica, de origen autoinmune, afecta a las articulaciones, lo que puede provocar su destrucción a largo plazo, provocando dolor, rigidez e hinchazón. Suele presentarse con dolor articular simétrico, afectando a menudo a las pequeñas articulaciones de las manos y los pies. La rigidez matutina, la fatiga y la presencia de nódulos debajo de la piel también son signos comunes. Las mujeres se ven afectadas con mayor frecuencia y la enfermedad puede comenzar a cualquier edad. Se recetan antiinflamatorios, corticosteroides e inmunosupresores para aliviar el dolor, reducir la inflamación y retardar la progresión de la enfermedad. Otras terapias más dirigidas (anti-TNF-alfa, anti-IL-6, anti-CD20, anti-JAK, etc.) tienen como objetivo regular las defensas inmunitarias de los pacientes, pero están asociadas a un riesgo de infección. La vacuna probada utiliza uno de ellos, el abatacept, fármaco antirreumático recomendado en la estrategia terapéutica.
Aliviar el dolor
Su objetivo es prevenir la aparición de la enfermedad. Para su estudio, los investigadores incluyeron a 213 pacientes con alto riesgo de desarrollar artritis reumatoide. Fueron asignados aleatoriamente para recibir, durante 12 meses, la “vacuna” que consiste en 125 mg de abatacept mediante inyección subcutánea semanal, o un placebo. Después de un año, la proporción de participantes sin poliartritis fue del 92,8% en el grupo vacunado, en comparación con el 69,2% en el grupo de placebo. En todos los casos, las personas que recibieron la vacuna experimentaron una mejora en su calidad de vida, con una reducción del dolor articular. Por tanto, el medicamento podría prevenir la aparición de poliartritis, pero su efecto desaparece cuando se suspenden las inyecciones. Un argumento más para tratar la patología desde los primeros síntomas, a la espera de un verdadero tratamiento preventivo.
