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En la selva de Papúa Nueva Guinea, el Papa “del fin del mundo”
El papa Francisco realizó el domingo un viaje histórico a la selva de Papúa Nueva Guinea. Una exuberante vegetación con manglares hasta donde alcanza la vista, enmarcada por el agua turquesa del océano Pacífico y playas de arena clara: bienvenidos a Vanimo, en el extremo noroeste de Papúa Nueva Guinea. Es en esta comunidad rural y remota que el papa Francisco eligió para reunirse, el domingo, con unas 20.000 personas de diferentes provincias, en el marco de una visita histórica al país. Entre ellos, cientos han caminado, a veces durante varios días, desde el otro extremo de la isla para encontrarse con el jesuita argentino. Como Joachim Mombigo, con camiseta y gorra rojas, que viajó tres días. “Soy católico y quería ver al jefe de la Iglesia”, dijo a la AFP mientras una brisa cálida y húmeda soplaba desde las colinas circundantes coronadas de palmeras y carteles de bienvenida al papa. En la multitud, familias, a menudo pobres, cientos de niños descalzos. Grupos de jóvenes, sentados en el suelo durante largas horas, exhiben la bandera roja y negra de su país o una foto del obispo de Roma. Steven Nati, de 53 años, espera una cura. “Tengo muchos problemas. Vine para que el Papa me bendiga, para poder curarme”, explica este vecino de Vanimo, apoyado en un bastón. – “Un espectáculo grandioso” – En el escenario, al jefe de la Iglesia católica le ofrecen un impresionante tocado rematado con plumas amarillas y negras de aves del paraíso, el emblema nacional del país. Una ronda de aplausos y vítores estallaron entre la multitud cuando se lo colocó en la cabeza. El invitado de honor, Francisco, de 87 años, presenció una danza tradicional interpretada por miembros de una tribu de la provincia local de Sandaun, con los brazos envueltos en brazaletes de plumas, conchas y hojas, y el cuerpo cubierto de pinturas tribales. Ciudad portuaria de 10.000 habitantes en la frontera con Indonesia, Vanimo simboliza en sí misma las “periferias” queridas por el primer papa sudamericano de la historia, que se había definido como venido “de los confines de la tierra” cuando fue elegido en 2013. Con este viaje, cuyo anuncio sorprendió incluso a Roma, el papa reiteró la importancia que concede a los territorios y a las poblaciones que se sienten marginadas o dejadas de lado en una Iglesia que le gustaría ver menos cerrada en sí misma. Más del 80% de la población del país vive en aldeas, siguiendo ritos ancestrales, algunos de los cuales se han transmitido de generación en generación durante siglos. En su discurso, el Papa rindió homenaje a “una tierra magnífica, rica en una gran variedad de plantas y pájaros, ante la cual uno se queda sin palabras por los colores, los sonidos, los olores, el espectáculo grandioso de una naturaleza desbordante de vida”. Francisco también instó a “expulsar el miedo, la superstición y la magia del corazón de la gente”, mientras que algunas regiones de las Tierras Altas siguen siendo escenario de crueles cazas de brujas acusadas por tribus asustadas de encarnar las fuerzas del mal. – Juegos y material médico – En el avión del ejército australiano que lo llevó allí, Francisco llevó varias toneladas de material médico, ropa y juegos para niños. Jorge Bergoglio también rindió homenaje a los misioneros que se han sucedido en el territorio desde principios del siglo XIX. Entre estos religiosos y laicos involucrados en el desarrollo de los servicios de educación y salud, su Argentina natal desempeña un papel central. Entre ellos, el sacerdote Martín Prado, en el lugar desde hace 10 años, uno de los principales artífices de esta visita. Los habitantes “dependen de todo: la tierra, la lluvia, el mar, la casa” pero tienen sed de espiritualidad, confía este sacerdote de 36 años. Tras el regreso previsto para la tarde en la capital, Puerto Moresby, Francisco dejará Papúa Nueva Guinea el lunes hacia Timor Oriental, tercera etapa de su maratónica gira por el sudeste asiático y Oceanía.cmk/sba
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