En Nueva Caledonia, los incendios en iglesias generan preocupación y provocan interrogantes

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Desde mediados de julio, cinco edificios católicos han sido incendiados en Nueva Caledonia. Los autores de la mayoría de estos actos siguen sin ser identificados, pero estas atrocidades plantean interrogantes en un archipiélago donde el peso de la religión sigue siendo considerable.

“Si no hubiéramos llegado, seguramente nuestra iglesia habría sido la primera en arder”.

Niuliki Palenapa, fiel de la Iglesia de la Esperanza en Numea, recuerda el día en que descubrió una pira hecha con bancos y periódicos lista para ser encendida, en este lugar de culto situado en un barrio obrero entre los más afectados por los disturbios.

“Como cristianos, esto nos afectó especialmente. Decidimos organizarnos para vigilar nuestra iglesia”, recuerda.

Desde entonces, el lugar de culto está bajo vigilancia las 24 horas del día. Una iniciativa espontánea, sin consultar a los responsables de la Iglesia católica, que se ha multiplicado en numerosas parroquias, según confirmaron a la AFP un diácono y feligreses implicados en estos grupos de vigilancia.

En pocas semanas, desde la iglesia de Notre-Dame-de-l'Assomption en la Isla de los Pinos, parcialmente quemada, hasta la iglesia de Saint-Louis, envuelta en llamas, cinco edificios religiosos han sido blanco de ataques incendiarios en Nueva Caledonia.

En todos los casos se abrieron investigaciones que fueron confiadas a la gendarmería, sin que los autores de estos actos fueran llevados ante la justicia.

En la Isla de Pinos, los autores han sido identificados por las autoridades consuetudinarias y se celebrará una reunión con su clan para que puedan entregarse a la gendarmería, según Jérôme Vakume, presidente del consejo del distrito consuetudinario de la isla.

“El gran jefe se sintió muy conmovido y condenó enérgicamente”, añade: “La religión es un pilar de la vida aquí, junto con las costumbres y la política”.

– “Saliendo de la negación” –

Las Iglesias cristianas, tanto protestante como católica, han tenido una presencia predominante en Nueva Caledonia desde la llegada de los primeros misioneros en 1843, diez años antes de que Francia tomara posesión del archipiélago.

Las iglesias cuentan con casi 150.000 fieles sobre una población total de 270.000 personas. Según el Vicerrectorado de Nueva Caledonia, la enseñanza confesional educa a uno de cada cuatro estudiantes.

Estos incendios “afectan a Nueva Caledonia en sus símbolos fundamentales”, explica Yves Dupas, fiscal de Numea, que añade a esta serie el acto vandálico que tuvo como blanco el mausoleo del gran líder canaco Ataï el 22 de julio. Sin embargo, añade, “es demasiado pronto para decir que existe un único motivo”.

En Saint-Louis, bastión independentista al sur de Numea, donde se incendió la primera iglesia, un sospechoso detenido llevaba una sotana robada y manifestaba su oposición a la organización de su tribu, según el fiscal. Pero en los demás casos, la situación sigue sin estar clara. Para Marie-Elizabeth Nussbaumer, antropóloga neocaledonia, estos actos violentos están reavivando un viejo debate.

“Los misioneros llegaron con el ejército (…). Las religiones contribuyeron a la desestructuración del mundo canaco”, analiza, precisando que con el paso del tiempo y la evangelización del archipiélago, “incluso los discursos de independencia” se inspiran en imágenes religiosas.

El arzobispo católico de Numea, monseñor Michel-Marie Calvet, ve las cosas de otra manera: “Hemos visto una voluntad de destruir todo lo que representa algo organizado. Hay confusiones sobre la cuestión de la colonización”, denuncia.

“Hemos contribuido a cambiar el paisaje kanak, a distorsionarlo (…) Hay que salir de la negación y reconocer ciertas cosas”, considera el pastor Var Kaemo, presidente de la Iglesia protestante de Kanaky Nueva Caledonia (EPKNC, reformada). Aunque el jefe de la principal iglesia protestante histórica del archipiélago no tiene respuesta al fenómeno, afirma haber escuchado a jóvenes, en las presas, expresar su deseo de “volver a su religión de origen”, la que existía antes de la llegada de los misioneros cristianos. Y señala el auge de nuevas denominaciones, en particular evangélicas, que están debilitando las confesiones cristianas históricas.

Una visión compartida por Zénon Wejieme, doctorando en antropología que trabaja en el desarrollo de estos nuevos movimientos religiosos, quien observa una brecha entre las Iglesias históricas y una juventud con la que “les resulta difícil estar en sintonía”.

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