Así, con esta sentencia del juez Juan Merchán, más de siete meses después de ser declarado culpable por un jurado de 12 ciudadanos unánimes en un tribunal penal de Manhattan, Donald Trump entrará el 20 de enero, a sus 78 años, en la Casa Blanca con la etiqueta de delincuente habitual.
Pero la carga será sobre todo simbólica, para quien escapó a cualquier consecuencia judicial en los otros tres casos en los que había sido acusado, incluido el más grave ante los tribunales federales por sus intentos ilegales de revertir los resultados de las elecciones presidenciales de 2020.
En este caso, el fiscal especial Jack Smith abandonó la acusación tras la elección de Donald Trump el 5 de noviembre, cuando el juicio aún no había comenzado.
El futuro presidente no está obligado a acudir personalmente al tribunal penal de Manhattan, ya que el juez le ha concedido la posibilidad de comparecer por vídeo en la audiencia prevista para las 09H30 (14H30 GMT).
El magistrado, al que Donald Trump había colmado de insultos en las redes sociales, garantizó también que queda excluida una pena de prisión, “imposible de aplicar”, para quien se prepara para gobernar la primera potencia mundial.
“Dedo medio”
Juan Merchán indicó que se inclinaba por pronunciar una renuncia a la pena que tenga el efecto de confirmar la culpabilidad de Donald Trump y permitirle así apelar.
“Es un dedo medio (de Donald Trump) hacia el juez, el jurado y la justicia”, dijo a la AFP el exfiscal de Nueva York y profesor de derecho en la Universidad Pace, Bennett Gershman.
La primavera pasada, el que todavía era candidato presidencial tuvo que acudir casi todos los días durante seis semanas a una sala de audiencias con el decorado anticuado y sumario de un tribunal penal, y asistir a los debates que en este caso mezclan política, dinero y escándalo sexual.
El jurado lo declaró culpable de 34 cargos de falsificación contable para ocultar a los votantes el pago de 130.000 dólares a la estrella porno Stormy Daniels, al final de su primera campaña victoriosa en 2016 contra Hillary Clinton, cuyo juicio había revelado entre bastidores.
El dinero se pagó para comprar el silencio de la actriz sobre una relación sexual que afirmó haber tenido en 2006 con el exmagnate inmobiliario, relación que él siempre ha negado.
Acosado por las apelaciones de los abogados y tras una importante decisión del Tribunal Supremo el 1 de julio sobre la inmunidad presidencial, el juez Merchan tuvo que posponer la sentencia varias veces, de julio a septiembre y luego a noviembre, después de las elecciones presidenciales.
La victoria de Donald Trump desencadenó una nueva ronda de apelaciones de la defensa, pero Juan Merchán mantuvo la sentencia.
Como en los otros casos en los que fue procesado, Donald Trump se presentó como víctima de una “caza de brujas” orquestada por sus adversarios políticos, un discurso que pronunció incansablemente y del que sus seguidores estaban convencidos, en un país donde las encuestas muestran que la confianza en las instituciones se ha erosionado significativamente en los últimos años.
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