Hoy, o quizás mañana, el Tribunal Penal de Vaucluse pronunciará su veredicto, sancionando los crímenes perpetrados contra Gisèle Pelicot por su exmarido y 50 coacusados, la mayoría de ellos procesados por violación agravada. La víctima, de 72 años, podrá intentar reconstruirse: “Soy una mujer totalmente destruida”, declaró ante el tribunal. “La fachada es sólida, pero por dentro hay un campo de ruinas”. Pese a ello, rechazó la sesión a puerta cerrada a la que tenía derecho y aceptó la proyección de todos los vídeos íntimos minuciosamente grabados por su exmarido, orquestador de diez años de violaciones bajo sedación.
Esta elección de Gisèle Pelicot, que afirma con fuerza que la vergüenza no está en su bando, ha permitido cuestionar como pocas veces la cultura de la violación que impregna profundamente la sociedad. Durante el juicio, algunos acusados explicaron que habían sido manipulados por el exmarido y alegaron “violación involuntaria” o el derecho del hombre a disponer de su esposa. Sinceros, estos intentos de exoneración dicen mucho sobre la profundidad de la impregnación. Orquestados por la defensa como argumentos audibles, todavía reflejan una cultura en la que las mujeres permanecen a disposición de los hombres y donde el consentimiento no tiene cabida.
Este extraordinario ensayo permitió ampliar la imaginación: la violación puede afectar a cualquier mujer, cualquiera que sea su edad, su origen o su condición. Puede ser cometido por hombres comunes y corrientes que no son ni poderosos ni monstruos. Entonces, ¿“todos violadores”? La fórmula provocó un levantamiento del “No todos los hombres”. No, no todos los hombres violan, pero sorprendentemente pocos han expresado su repulsión o su deseo de participar en la lucha contra tales actos, nacidos sobre la base del sexismo común y corriente. Esta lucha, que implica la identificación incansable de las causas de la violación –desde el sistema de dominación existente hasta el continuo de violencia– sigue siendo en gran medida liderada por mujeres.
En las últimas semanas, Gisèle Pelicot se ha convertido en un auténtico icono. Su postura, que infunde fuerza a las víctimas, no hace menos legítimos a quienes dudan en presentar una denuncia. Si este juicio tuvo lugar es también por los innumerables vídeos recopilados por el exmarido. En Francia, el 94% de los casos de violación son abandonados por los fiscales, muy a menudo porque los tribunales creen que carecen de pruebas. Y la responsabilidad de la víctima se investiga duramente, incluso en este juicio donde la sumisión química nunca ha estado en duda.
Ha llegado el momento del veredicto. El de las acciones también. En Francia ya se ha formado una amplia coalición feminista a favor de una ley integral contra la violencia sexual, que incluya medidas en las áreas de prevención, educación y, en particular, la industria criminal del porno. ¿La evolución de la conciencia deseada por Gisèle Pelicot se reflejará pronto en términos concretos?
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