Se trata de una novedad en la historia: el Papa Francisco viajará a Córcega el domingo 15 de diciembre, después de Estrasburgo, hace diez años, y Marsella, el año pasado. Asistirá a una misa pero sobre todo a una conferencia sobre la piedad popular, él que no quiso asistir a la reapertura de Notre-Dame de París. Más allá del aspecto religioso, su venida tiene también un significado político.
Es ante todo la historia de un encuentro entre el Papa Francisco y los corsos. Hace poco más de un año, cuando el obispo de la isla, François Bustillo, llegó al Vaticano para ser elevado al rango de cardenal, acompañado de tres aviones de Air Corsica, 800 invitados políticos y vecinos que comenzaron a cantar canciones corsas en la plaza Saint- Pedro. “Tu gente está haciendo ruido”, Luego el Papa le dice al cardenal, quien responde: “Mi pueblo está vivo, el pueblo corso”.
La conexión se produce ante el trabajo de dos hombres, entre bastidores: el cardenal Mamberti, muy alto en la jerarquía vaticana y que es corso y por tanto predica en su parroquia, y el cardenal Bustillo que desempeñó un papel central. Es cercano al Papa y logró conectar a los corsos después de ganarse su confianza.
Con un ritmo de dos o tres misas diarias, recorre todos los pueblos. “Él está en política”confiesa un familiar de un importante cargo electo. Hasta el punto de hablar de “Bustillomania”. El cardenal incluso logró salvar este viaje en el último momento, amenazado por un renovado enfado en la isla, con un vídeo difundido en las redes sociales que restableció la calma.
Este viaje también se considera un revés para Emmanuel Macron porque el jefe de Estado no logró llevar al Papa a su gran evento: la reapertura de Notre-Dame de París. Francisco se había sentido ofendido por la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos con la representación de la Última Cena. También habría experimentado la invitación a Notre-Dame como una citación.
“Está arraigado en territorios pequeños, prefiere los pequeños pueblos a las grandes conmemoraciones”descifra un diputado. Quizás una señal de enfado mutuo: el presidente se salta casi toda la visita. Sólo estará en Córcega antes de que el Papa salga para una breve entrevista.
Los corsos esperan una revisión de la Constitución, que aún no se ha producido, para cambiar su estatus y avanzar hacia una mayor independencia. Un funcionario electo nos invita a escuchar, espera escuchar al Papa decir dos o tres palabras en corso y mencionar en su discurso el “Pueblo corso”un término cargado de significado en la isla, señal para los corsos de reconocimiento de su singularidad.
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