Michel Barnier, primer ministro “a la vieja usanza”, al que le gusta avanzar “paso a paso” y alargar el tiempo, podría ser derrocado al cabo de tres meses, el arrendamiento más efímero del Vmi república. “No sé si esto sucederá”, pero “estoy preparado para ello”, repite, lúcido sobre las tenazas que lo rodean: sin mayoría absoluta en la Asamblea Nacional y obligado a presentar un presupuesto de ahorro para cubrir un gran déficit.
Sabe también que la izquierda, que ganó las elecciones legislativas en una Asamblea fracturada, prometió a su llegada censurar a este Primer Ministro de derechas, y que la Agrupación Nacional, primer grupo de la Asamblea, lo colocó en cuanto salió “bajo vigilancia”. Por no hablar de sus compañeros de derecha y de centro que también le hacen pasar malos ratos.
Michel Barnier, de 73 años, es el jefe de gobierno de mayor edad en el Vmi República. Su estilo encarna el viejo mundo y lo cultiva, a diferencia del “nuevo mundo” de los macronistas. Ante los abucheos de los diputados el martes, lamentó que la Asamblea Nacional haya “cambiado mucho”. Y, en este contexto “eléctrico”, él “es la encarnación de la estabilidad”, elogia uno de sus ministros.
“Sin descaro”
El ex Ministro de Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy gusta de presentarse como “un montañés” que da “un paso tras otro”, “sin alardes”, cuando su predecesor, el Primer Ministro más joven de la Vmi République, Gabriel Attal, se comunicó mucho.
A riesgo de hacer una “lectura a la antigua usanza” de la política, lamenta un ex ministro macronista, que a veces constata un “desprecio” por parte del inquilino de Matignon hacia el bando presidencial, unido a una postura antigua y “bipartidista” de la Asamblea. “La verdad, Barnier, es una gran decepción”, añade el mismo electo, que lo califica de “resentido” cuando se burla del cargo “un tanto vacío” de Gabriel Attal o quiere revisar los resultados de sus predecesores.
Este hombre de “costumbres”, temprano en la cama y “metódico”, que admite no ser un “broma”, elogió recientemente en Limoges la “resistencia y la tenacidad” ante los industriales.
Michel Barnier quiere “tomarse el tiempo” para dominarlo mejor. Le llevó dos dolorosas semanas formar su gobierno, atrapado entre la superación de la derecha, las disensiones macronistas y el rechazo de la izquierda.
“Esto es lo que hizo (cuando era negociador de la UE) sobre el Brexit: alargó el tiempo y los procedimientos hasta el final”, señala un asesor ministerial. Luego, cuando todo parece estancado, acelera. Pone en juego su dimisión ante sus socios convocados en Matignon. Y, ante las ambiciones presidenciales de algunos, incluida la derecha, saca la carta de un “candidato común” para 2027.
Cuando Marine Le Pen lanza un ultimátum para obtener nuevas concesiones presupuestarias, afirma que “no se encuentra en este estado de ánimo”, antes de ceder casi una a una a sus exigencias en la recta final.
negociador del Brexit
Pero el tiempo acabó detenido ante la sobrepuja. “No creía que ella se atreviera”, dijo el lunes tras una conversación telefónica con la líder de los diputados RN, decidida a votar por la censura a pesar de sus acciones. Marine Le Pen tiene “una agenda personal”, afirman desde el entorno del Primer Ministro, en alusión al juicio de los asistentes de RN en el Parlamento Europeo, donde el líder de RN corre el riesgo de ser inelegible.
El ex comisario europeo, que negoció con éxito el Brexit, corre el riesgo de fracasar esta vez. Sin embargo, recientemente elogió su “experiencia” en el trato con los eurófobos británicos: “Aquí también tenemos a (Nigel) Farages”.
El ex electo local de Saboya espera ahora que se mantenga la imagen de él como “un hombre honesto, patriótico y europeo, que sirve a su país con dignidad” y, sobre todo, no al “microcosmos parisino”. “No me importa el oro de la República”, afirmó el martes por la noche en la televisión.
(afp/er)
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