“Ahora no es el momento de hablar de la Constitución”. “¿Una constitución ofrece una mejor atención sanitaria? ¿Mejor educación?
Desde después del referéndum de 1995, siempre se repiten los mismos malditos estribillos. Jean Charest y Philippe Couillard hicieron carrera en este sentido. Había que ocuparse de los “negocios reales”. ¿El régimen político, el estatus político de Quebec, el de la lengua francesa? “Acuerdos falsos”, sugería la gente a diario.
¿Mejoró el llamado “negocio real” gracias a quienes prometieron dedicarse por completo a él? Haga la pregunta… Mi hipótesis: si no hubiésemos hecho tabú los debates sobre las fundaciones, nuestra crisis de servicios públicos sería menos aguda.
(¡Vayan a decirle a los estadounidenses que dejen de hablar de la constitución, vean!)
Y durante todo este tiempo, Canadá ha cambiado imperceptiblemente, centralizado, americanizado. Su Tribunal Supremo, a través de sentencias, formatea el dominio a imagen de los principios impuestos a Quebec en 1982.
La situación actual se ha denominado “status quo”. Ilusión, porque hay movimiento. Y esto erosiona los poderes del Estado de Quebec.
Tercera vía
La victoria del CAQ en 2018 afortunadamente destrabó una situación deletérea en la que nos mantenía la pareja PQ-PLQ.
Se han tomado medidas importantes: ley sobre la laicidad, nueva Carta de la lengua francesa, modificación de la Carta de Quebec. Resurrección de la soberanía parlamentaria (derogaciones).
El gobierno Legault, sin embargo, consideró necesario ir más allá. Ante el ascenso del PQ en las encuestas y, sobre todo, el desprecio absoluto del gobierno Trudeau por el intercambio de competencias. Esperemos que quiera ir más allá de las intervenciones principalmente simbólicas de las leyes 21 y 96.
De ahí la creación, en junio, de este comité consultivo sobre cuestiones constitucionales en Quebec en el seno de la federación canadiense, copresidido por el antiguo ADQ (entonces liberal) Sébastien Proulx y el profesor de derecho Guillaume Rousseau. Junto a ellos, las expertas constitucionales Amélie Binette, Catherine Mathieu, el experto fiscal Luc Godbout y la ex jefa de gabinete de René Lévesque, Martine Tremblay.
Tupida y estimulante
Su informe, presentado el martes, es detallado y estimulante. En el ámbito público, se redujo a su recomendación emblemática: la adopción de una “constitución de Quebec”. Este árbol no debe esconder el bosque de múltiples propuestas ingeniosas (42 en total).
Es una invitación a romper con el “esperar y ver” e introducir cambios fundamentales para proteger y desarrollar los intereses de Quebec. Modificar la constitución unilateralmente, adaptando el “Google Doc” de la constitución (como hizo Quebec con el “96” y la ley sobre la abolición del juramento monárquico). Algunas modificaciones bilaterales (Québec-Ottawa) podrían ser factibles. ¿Grandes masas constitucionales multilaterales? Lo menos posible. En Quebec, una ley marco sobre la defensa y el aumento de la libertad constitucional ayudaría a mantener las cosas bajo control.
Terminaremos la lectura de este documento cantando, con una melodía de Daniel Bélanger: “Hay mucho por hacer”. Esto es ciertamente preferible al viejo “el fruto no está maduro” o, en el otro extremo del espectro, “esperemos al próximo referéndum”.
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