Publicado el 23 de noviembre de 2024 a las 22:01 horas. / Modificado el 23 de noviembre de 2024 a las 22:04 horas.
En el acolchado mundo del lujo, no decimos “fábrica” sino “manufactura”. La diferencia es sutil: el primero evoca, por desgracia, la imagen anticuada de máquinas grasientas al servicio de una vulgar producción en masa, mientras que el segundo todavía dice trabajo a mano, una cuasi artesanía que se adapta mejor a la imagen exclusiva que buscan las grandes marcas. Lástima, porque en 2024 una fábrica, especialmente en una industria que tiene los medios para diseñar fábricas magníficas, también puede ser la expresión notable de cierto genio humano.
Entramos de noche en Cartier’s en La Chaux-de-Fonds. ¿Fábrica o fabricación? Treinta y tres mil metros cuadrados de un edificio enteramente acristalado con largos e inmaculados pasillos, kilómetros de tuberías bajo un techo alto, limpieza de laboratorio para una flota de grandes máquinas herramienta, Tornos o Starrag, la precisión suiza al servicio de la elegancia francesa.
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