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África entre la injusticia climática y la financiación insuficiente

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Las emisiones mundiales de CO2 siguen aumentando y alcanzarán los 37.400 millones de toneladas en 2024. El objetivo de limitar el calentamiento a 1,5°C ahora parece fuera de alcance, con pronósticos que oscilan entre 2,8°C y 3,2°C.

Mientras tanto, África, responsable de sólo el 4% de las emisiones globales, está soportando la peor parte de las consecuencias del cambio climático, con sequías, inundaciones recurrentes y desplazamientos masivos de población. En 2022, 7,4 millones de personas en el África subsahariana se verán obligadas a abandonar su región debido a las crisis climáticas.

El continente necesita una financiación sustancial estimada en 1,3 billones de dólares al año para el período 2025-2030. Los 45 países menos desarrollados, ubicados principalmente en África, exigen que se les asignen al menos 220 mil millones de dólares cada año. Esta impresionante cifra refleja las necesidades acumuladas de infraestructura resiliente, adaptación a los impactos climáticos y transición energética. Esta financiación no es sólo una cuestión de solidaridad: es una cuestión de respetar los compromisos de los Acuerdos de París y permitir la justicia climática.

Los países desarrollados, que se habían comprometido en 2009, según el acuerdo de Copenhague, a pagar una suma de 100 mil millones de dólares a los países del Sur, sólo recientemente alcanzaron este objetivo en 2022. Además, la mayoría de estos fondos para el clima actual se conceden en el forma de préstamos, lo que aumenta aún más la deuda de los países africanos que ya se encuentran bajo presión. Varias economías del continente están luchando por equilibrar sus finanzas públicas frente a altas tasas de deuda y una mayor vulnerabilidad a las crisis económicas externas.

Ante este problema, muchos estados africanos abogan por subsidios climáticos en lugar de préstamos. Las subvenciones, que no generan reembolsos, permitirían reducir la carga de la deuda y al mismo tiempo acelerar la ejecución de proyectos climáticos. Esta demanda, aunque relevante, choca con la lentitud de las negociaciones internacionales y la falta de compromiso concreto de los países desarrollados. Estos últimos afirman que tendrían dificultades para financiar con dinero público los 1 billón de dólares anuales que piden los países del Sur.

El otro punto importante de discordia es la naturaleza de los proyectos que se financiarán. Si bien los donantes favorecen las energías renovables como la solar o la eólica, estas soluciones intermitentes luchan por respaldar las ambiciones industriales del continente. Los combustibles fósiles, aunque más accesibles para ciertos países, son cada vez más rechazados por los inversores internacionales.

Mientras continúan las negociaciones, se exploran varias vías, como la creación de nuevos mecanismos de financiación innovadores como los mercados de carbono, cuya regulación se aprobó el primer día de la conferencia, o el refuerzo de los fondos dedicados a la adaptación. Los bancos multilaterales de desarrollo han planeado aumentar su financiamiento climático para países de ingresos bajos y medianos a un monto total de 120 mil millones de dólares por año para 2030, un aumento del 25%, incluidos 42 mil millones de dólares dedicados a la adaptación. También planean movilizar 65 mil millones de dólares del sector privado basándose en los ingresos de los créditos de carbono intercambiados entre empresas.

A medida que se intensifica la presión, los países deben, al final de esta COP29, establecer un nuevo objetivo colectivo cuantificado con miras a resolver este dilema crucial para garantizar una transición climática justa en África y más allá. El continente espera que los compromisos de las naciones desarrolladas finalmente se traduzcan en acciones concretas y flujos financieros adaptados a la escala del desafío climático.

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