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Lamine Fall (23 años) se lleva dos vidas a Manchester, incluida la de su padre Sidy Mouhamed Fall

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Quería rescatar a su hijo de las voraces garras de la droga, pero Sidy Mouhamed Fall, de 75 años, un hombre piadoso y de rostro amable, vio cómo su vida terminaba repentinamente. En el gris amanecer de este domingo, una puñalada, lanzada con ciega rabia, selló su destino. Este trágico acto, perpetrado por quien más amaba: su propio hijo Mamadou Lamine Fall, se cobra también otra víctima: la furia incontrolable del joven de 23 años que no perdona a nadie.

Un cuadro de sombras y tragedia surgió el domingo en Manchester, un fresco escalofriante donde la muerte se invitaba a sí misma, implacable. En el corazón de este amanecer inglés, un joven senegalés llamado Mamadou Lamine Fall (23 años) protagoniza un drama íntimo en el que el amor familiar se hunde en un océano de violencia. Habiendo abandonado Dakar a los 14 años para reunirse con su familia en Londres, era el hijo, el peregrino, el que hasta hace poco recitaba las oraciones con su padre durante una Umrah, en la sagrada tranquilidad de La Meca. Pero en un instante, la fe y el cariño se consumieron en una llama fatal. El hijo levantó la mano hacia su propio padre, asestándole un golpe tan definitivo como inimaginable. Un golpe marcado por el escenario de un sufrimiento enterrado, de una desesperación insondable.

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Las primeras piezas del rompecabezas revelan una tensión en torno al deseo del padre de traer a su hijo de regreso a Senegal, un acto desesperado de amor para rescatarlo de las garras de las drogas. Pero esa esperanza se encontró con rabia, y en ese caos, una segunda vida inocente fue truncada, dejando tras de sí un vacío insondable.

En Moss Side, en Great Southern Street, una calle normalmente arrullada por la tranquilidad de las primeras horas de la mañana, las sirenas perturbaron el silencio del amanecer. Los servicios de emergencia, que llegaron apresuradamente, sólo pudieron constatar lo irreversible: Sidy Mouhamed Fall, de 75 años, y Norman Scott, de 68, yacían, arrancados de la vida. Sidy, un padre amoroso y hombre de fe, y Norman, un anglojamaiquino conocido por su alegría contagiosa, dejan atrás una comunidad congelada en un dolor silencioso. El presunto autor del doble asesinato fue detenido en las horas siguientes. Puesto bajo observación psiquiátrica en virtud de la Ley de Salud Mental inglesa, ahora está solo en su celda con los demonios que lo empujaron a cometer este acto inimaginable. No se busca a ningún otro sospechoso, pero abundan las preguntas que se extienden como ondas de choque por la comunidad.

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“Nuestros pensamientos están con las familias y seres queridos abrumados por esta tragedia. Les estamos brindando todo el apoyo necesario”, dijo el comisionado David Meeney. En Moss Side, donde las calles todavía bullen de recuerdos de estos dos hombres, los residentes se preguntan cómo una búsqueda de redención puede convertirse en tragedia. ¿Por qué el amor de un padre, armado con la voluntad de salvar, chocó contra la barrera invisible de la ira y la infelicidad? En esta búsqueda de respuestas, la comunidad espera que un fragmento de luz atraviese las tinieblas de esta tragedia, luz que seguramente surgirá de la investigación.

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