Un francés produce una media de 525 kg de residuos domésticos cada año. Una cifra que, aunque tiende a disminuir, sigue estando muy por encima de las ambiciones del gobierno. Porque los franceses son reacios a clasificar, porque son reacios a hacer abono o porque les da pereza comprar al por mayor cuando lo único que tienen que hacer es meter una caja ya preparada en su carrito. En Roubaix (Norte), para vender cero residuos a sus residentes, la ciudad no sólo se ha centrado en el aspecto ecológico del enfoque, sino también en su potencial beneficio económico. Una iniciativa descubierta por la Federación Francesa de Cosas que Funcionan, que organiza este lunes su gran velada de revelaciones de buenas ideas fácilmente aplicables por otros municipios. Como resultado, algunos se han convertido en campeones cuyo balance asciende a miles de euros ahorrados de la basura.
A sus 68 años, Andrée comprendió rápidamente que si el desperdicio cero era bueno para el planeta, lo era aún mejor para sus finanzas. Con su marido Guy, dieron el paso hace diez años. “Recibimos una bofetada muy grande cuando nos dimos cuenta de que estábamos haciendo estupideces”, asegura. Estupidez que consistía esencialmente en tirar a la basura alimentos que aún eran comestibles. La zanahoria blandita, el tomate descolorido… “Ahora hago sopas con ellos. » En lugar de comprar sus verduras, Andrée las recoge en el mercado o las compra en verano “mucho más barato” y las congela para el invierno.
“Ya no tiramos la comida”
También es la comida con la que Liliane, de 44 años, tiene más dificultades. Hay que decir que con ocho hijos en casa, el presupuesto para alimentación le costó un ojo de la cara antes de embarcarse en el desperdicio cero. “Sólo en la merienda de los más pequeños me ahorro 300 euros al mes preparándola yo misma”, asegura. Para las comidas, compra al por mayor, racionaliza, recicla las sobras… “Ya no tiramos la comida”, promete.
Además de la comida, las dos mujeres también logran reducir considerablemente los gastos del hogar, especialmente el agua. Para ello cuentan con su objeto favorito: el cubo. “Recojo agua de los platos para los baños y agua de lluvia para lavar los suelos”, explica Andrée. Lo mismo ocurre con Liliane que, al igual que Andrée, ahora sólo lava en el fregadero, como toda su familia. El truco redujo la factura del agua de Andrée de 50 a 15 euros al mes y la de Liliane de 90 a 50 euros al mes.
300 euros al mes en cuentas de ahorro A
Las dos Roubaisiennes también tienen sus cosas personales. Liliane fabrica sus propios jabones y detergentes. Andrée juguetea con bizcochos reciclando 5 kg de filetes de patata. “Una esponja me dura once meses”, asegura. Y son tan eficientes que incluso recibo pedidos de ellos. »
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Andrée y Liliane reconocen que el desperdicio cero “es trabajo”. Necesitan mucha disciplina y energía, especialmente para una madre de familia numerosa que debe “estar constantemente detrás de los niños”. Pero muy rápidamente, la restricción se convierte en un hábito y el enfoque comienza a dar sus frutos. “A partir del cuarto año pude ahorrar 50 euros al mes, cuando antes estaba en una situación desesperada”, recuerda Andrée. Hoy ahorra 300 euros cada mes en cuentas de ahorro A, feliz de “vivir bien” y de poder “ayudar”. [ses] niños “. La misma actuación para Liliane y su marido, que ahora pueden ofrecer paseos y bonitos regalos a sus ocho hijos.
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