Según las conclusiones reveladas por el periódico Sud Ouest y publicadas en octubre en la revista Nature Sciences Sociétés, el animal había muerto aproximadamente un mes antes de su varamiento.
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Estudiando las corrientes, los investigadores reconstruyeron su deriva y localizaron la zona de la muerte frente a la isla de Noirmoutier, en la zona clasificada Natura 2000 del Mar Céltico y la vertiente del Golfo de Vizcaya.
En esa zona operaba entonces una fragata militar bajo la dirección de la empresa industrial Naval Group, que estaba realizando “pruebas de cualificación antes de la entrega (…) para un cliente extranjero”, en particular “pruebas de sonar”, confirma Gaëlle Rousseau. responsable del ecodiseño del grupo.
Precauciones
El fabricante había solicitado a la Prefectura Marítima del Atlántico dónde realizar estas pruebas “a máxima potencia, en las frecuencias operativas clásicas para la caza de submarinos”, añade.
Las autoridades explican que indicaron la zona en cuestión pensando que el Grupo Naval “aplicaría las mismas precauciones que la Armada”. “Fue la primera fragata destinada a la exportación que realizó pruebas a partir de ahora”, subraya la Prefectura Marítima, refiriéndose a “un caso bastante singular”.
Desde entonces, el Grupo Naval ha colaborado con especialistas en acústica para cuantificar el impacto medioambiental de los sonares (sus datos sobre este tema “no eran muy ricos”, admite Gaëlle Rousseau) y ha revisado sus procedimientos.
A partir de ahora, aumenta progresivamente la potencia de los sonares “para que el sonido ahuyente a los animales perturbados antes de herirlos” y se asegura de no realizar las pruebas en una zona protegida.
Cualquier prueba también va precedida de un seguimiento visual previo de al menos 30 minutos. “Por la noche utilizamos los insectos. También podemos utilizar una herramienta cartográfica que registra la presencia de ballenas”, explica el gerente.
La Armada francesa toma estas precauciones “desde principios de los años 2000”, subraya la Prefectura Marítima del Atlántico.
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“Áreas de papel”
Sin embargo, la normativa vigente en las áreas protegidas sigue estando muy fragmentada. En la zona en cuestión, el documento de objetivos que permite la gestión de un lugar Natura 2000 “no está ultimado”, según las autoridades.
Pero “no habrá una prohibición total” de este tipo de pruebas, añaden, argumentando por razones de seguridad, “especialmente en el actual contexto internacional”.
La normativa no tiene en cuenta el ruido “impulsivo”, característico del sonar, sino sólo el vinculado a la propulsión, y sólo para los buques civiles.
François Frey, fundador de Esprit de Velox, exige “lo mismo para los militares” porque “no podemos pedir a otros que tengan mucho cuidado los 365 días del año, para que el día 366, un buque de guerra venga a matar ballenas”.
Aboga por una verdadera “toma en cuenta” de las zonas marinas protegidas: “Son importantes, en número y en superficie, pero nosotros hacemos pesca de arrastre, investigación petrolera, energía eólica, etc., son áreas de papel sin reglas”.
Los científicos citan numerosos precedentes, como el de 2023 en Chipre o esta primavera en Córcega, donde tres zifios de Cuvier quedaron varados tras un ejercicio militar en el santuario de Pelagos, entre Italia y Francia.
Una fragata antisubmarina francesa, equipada con un sonar, “percibió efectivamente la presencia de mamíferos marinos (no identificados) en el mar Tirreno”, según la Prefectura Marítima del Mediterráneo.
El barco “adaptó inmediatamente su comportamiento y aplicó las normas nacionales vigentes” limitando el uso de sonares en las zonas afectadas “para preservar los cetáceos detectados”, añaden las autoridades.
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