En política reconocemos a quienes van por delante por la virulencia de las críticas hacia ellos. Aquellos que nos superan, que parecen tener el favor del público, son a menudo aquellos a quienes lanzamos las flechas más afiladas. Y Pablo Rodríguez, en este sentido, no es una excepción.
La convención liberal fue escenario de varias demostraciones de fuerza por parte de los candidatos al liderazgo. Todos quieren demostrar que tienen equipo, gente joven y con más experiencia. Además, en cuanto se enciende una cámara, todos ellos están flanqueados por activistas, como si no pudieran cumplir con una melé de prensa sin que estos rostros fueran hábilmente visibles detrás de ellos.
Arrepentimiento
Pero más allá del poder de la imagen, está el de las palabras: el líder de esta carrera, Pablo Rodríguez, es visiblemente temido. Según sus oponentes, debe dar explicaciones e incluso disculparse por las decisiones del gobierno de Trudeau al que perteneció hasta hace muy poco.
Las principales flechas hacia él vinieron de Fred Beauchemin y Denis Coderre; Charles Milliard, por su parte, parece haber reservado el suyo para otro día.
Todavía
Fred Beauchemin, sin embargo, olvidó que fue el candidato económico estrella de la campaña de Dominique Anglade que presentó un marco financiero… con un error de 12 mil millones de dólares. En cuanto a Denis Coderre, sus dos estrepitosos fracasos como alcalde de Montreal quizás también deberían justificarse y explicarse. Sabemos que a los liberales no les gustan los perdedores.
Que Pablo Rodríguez tiene que cargar con el historial trudeauista es un hecho. Es más sorprendente que sus rivales estén haciendo de la demonización de Trudeau y su gobierno un argumento político. ¿Deberíamos recordar que Justin Trudeau es mucho más popular en Quebec que los liberales provinciales desde hace varios años, especialmente entre los francófonos? Lo que choca con lo que está pasando en el resto del país quizás se deba a alguien… se llama Pablo Rodríguez.
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