B. Mballo parecía llevar una doble vida. Por un lado, un futuro marido preparado para el gran día en su pueblo natal, Kolda; por el otro, un hombre en busca de sensaciones pervertidas en las calles de Dakar. Todas las mañanas, aprovechando la ausencia de los hombres que habían ido a trabajar, salía a las calles desiertas de Gibraltar. ¿Su modus operandi? Detectar mujeres, generalmente sirvientas, y exponer sus partes íntimas delante de ellas, creando cada vez un clima de asombro y repulsión. Una señora de la limpieza, S. Thiam, incluso confió a los investigadores que su aspecto se había convertido en una pesadilla recurrente para los vecinos del barrio. “Algunas limpiadoras incluso abandonaron sus trabajos debido a sus acciones”, revela.
Finalmente, una semana antes de su boda, B. Mballo fue arrestado. Ese día, cuando debía ultimar los preparativos de su unión, acudió nuevamente al barrio para satisfacer sus impulsos. Su objetivo esa mañana era AD, otra señora de la limpieza, ocupada limpiando el frente de una casa. Según testimonios recogidos por la policía y publicados en L’Observateur, B. Mballo se habría acercado furtivamente por detrás antes de exponerle sus partes íntimas y realizar gestos inapropiados. Presa del pánico, la sirvienta intentó huir, casi derramando su cubo de agua.
Esta vez, sin embargo, la escena no pasó desapercibida. Los vecinos, testigos del ataque, reaccionaron inmediatamente interceptando al acusado y acompañándolo bajo estrecha vigilancia hasta la comisaría de Medina. Ante sus acciones, B. Mballo no pudo más que confirmar los hechos, explicando sin embargo que se encontraba bajo la influencia del moraboutage, un hechizo que le empujaba a actuar a su pesar. Alegó que esta fuerza sobrenatural lo empujó a cometer estos actos de exhibición.
Durante su juicio, B. Mballo intentó reiterar su defensa sobrenatural, enfatizando la idea de que una “fuerza irresistible” controlaba sus acciones. Pero esta versión apenas convenció al tribunal. El fiscal, poco impresionado por este argumento, solicitó una pena de prisión de cuatro meses. El abogado defensor, por su parte, lamentó la falta de un peritaje psiquiátrico para evaluar el estado mental de su cliente, sosteniendo que B. Mballo podría sufrir ataques epilépticos.
Sin embargo, el juez consideró que la indecencia y la repetición de las acusaciones eran lo suficientemente graves como para merecer una dura pena de prisión. Finalmente, B. Mballo fue condenado a tres meses de prisión, una sanción que podría poner en peligro su boda, prevista para una semana.
Este incidente, reseñado por L’Observateur, pone de relieve la desviación y la necesidad de vigilancia en las comunidades, especialmente ante comportamientos que podrían alterar el sentimiento de seguridad de los residentes. Para la futura esposa, que permaneció en Kolda, este matrimonio parece ahora comprometido por las acciones de un hombre atrapado en sus demonios internos.
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