“Lo más importante es la comida y el agua”, dijo a la AFP Ramón Vicente, de 73 años, que acudió con su mujer.
Los supervivientes también tienen que afrontar actos de saqueo y robo. La policía anunció que ya había detenido a 50 personas.
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Para hacer frente a la situación, el viernes por la mañana se desplegaron 500 militares adicionales en la región y otros 500 se desplegarán el sábado, según anunciaron a la prensa el presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, y el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. .
Estos refuerzos elevarán a 2.200 el número de militares desplegados en la Comunidad Valenciana.
Prueba de la gravedad de la situación, la ministra de Defensa, Margarita Robles, aseguró que el Gobierno estaba dispuesto a enviar “los 120.000 hombres del ejército si fuera necesario” y dejarlos allí el mayor tiempo posible.
Las prioridades del ejército son reabrir las carreteras para permitir la entrega de ayuda, en particular alimentos, pero también para ayudar en la búsqueda de personas desaparecidas, cuyo número exacto se desconoce, pero es muy elevado.
“No nos avisaron”
El Gobierno admitió el jueves que se produjeron “decenas y decenas”, lo que sugiere un coste humano extraordinariamente elevado y, sin duda, sin precedentes para una catástrofe natural en la historia contemporánea de España.
Un oficial de la unidad de buzos de la Guardia Civil (equivalente a Gendarmería), el comandante Pizarro, declaró en la radio pública que el hallazgo de cadáveres era “permanente”.
“Hay montañas de coches” en el barro, testificó Amparo Fort, alcaldesa de Chiva, una localidad cercana a Valencia. “Muchos están vacíos, pero para otros está claro que tienen ocupantes”.
Alertados demasiado tarde de la gravedad de la situación, muchas personas fueron sorprendidas en sus coches. La incomprensión y el enfado de los vecinos persistían 72 horas después de la tragedia.
“No nos avisaron”, acusó Isabel Ruiz, de 58 años, que esperaba pacientemente recibir ayuda en Paiporta.
“El desastre se habría producido, porque no se puede evitar, pero las personas que viven en zonas bajas podrían haberse refugiado”, asegura. “La alarma se envió (Nota del editor: a los celulares) cuando el agua ya nos llegaba hasta las rodillas”.
Acusado directamente, especialmente en la prensa, Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana, aún no ha respondido a estas críticas.
“Que se vayan a casa”
En este panorama sombrío, el viernes, día festivo en España, dio lugar sin embargo a tremendas manifestaciones espontáneas de solidaridad.
Por la mañana, miles de personas -cargando escobas, palas, comida e incluso pañales- abandonaron a pie Valencia, ciudad que no se vio afectada por las inundaciones, para dirigirse a las localidades vecinas devastadas.
“Nos llevamos lo que encontramos en casa”, comentó Federico Martínez.
El número de estos voluntarios fue tal que las autoridades les pidieron que se quedaran en casa. “Es imperativo, imperativo, que regresen a casa” para no obstaculizar el tráfico, afirmó Mazón, añadiendo que estaba considerando medidas restrictivas “no sólo para los vehículos, sino también para los peatones”.
Aunque el sol brilló el viernes en Valencia, la vigilancia se mantuvo en algunas zonas del sur de España.
La Agencia Nacional de Meteorología (Aemet) ha advertido que este fin de semana continuarán las fuertes precipitaciones.
La alerta roja (nivel máximo de riesgo) decretada por la mañana en la provincia de Huelva, en Andalucía (suroeste del país, fronteriza con Portugal), se redujo sin embargo al nivel inferior (naranja).
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