Yousra* trabaja en el CHUV desde hace varios años. Todo siempre salió bien, hasta hace unas semanas. El que tiene contrato con una agencia externa ha visto canceladas todas sus futuras misiones. “Un día, un jefe de equipo de uno de los establecimientos del CHUV me llamó para decirme que se había decidido que estaba prohibido llevar turbante y cualquier protección en la cabeza”, relata Yousra. Explica que lo lleva para trabajar, porque allí el velo que oculta su cuello a diario está prohibido.
“Me dijeron que el turbante no era adecuado por cuestiones de higiene hospitalaria y vestimenta profesional. Me advirtieron que si me negaba a quitármelo tendría que irme a casa y que avisarían a la agencia temporal que me contrató”, relata la joven, que no quiso ceder y sufrió las consecuencias. “Es discriminación racial”, protesta Yousra. Esto nunca antes había sido un problema, ni siquiera con los pacientes. ¿Y eso qué cambia?”
La agencia temporal “no comenta casos individuales”, pero confirmó por escrito a Yousra que su mandato había terminado por este motivo. La empresa, sin embargo, asegura que ofrece “alternativas a sus empleados, en particular misiones en estructuras con requisitos compatibles con sus expectativas”.
Por su parte, el CHUV declara que la directiva no ha cambiado recientemente: “Están prohibidos los signos externos con un fuerte significado simbólico o que aparentemente revelen una creencia o una afiliación religiosa”. Y ello “por respeto a los pacientes, usuarios y resto del personal”.
En diciembre, el establecimiento aseguró que hasta el momento ningún empleado había sido despedido por este motivo. “Las situaciones se han gestionado sin tener que recurrir a medidas disciplinarias”, precisa, negándose sin embargo a mencionar el caso del personal temporal. Según Yousra, otras dos personas se encontraron en la misma situación la misma semana.
