Sucesor de Hugo Chávez en 2013, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que asumió el viernes un tercer mandato de seis años a pesar de las protestas de la oposición, logró mantenerse en el poder gobernando este país petrolero con mano de hierro.
Alto, con un bigote lucido con orgullo, el ex conductor de autobús, de 62 años, recuerda con frecuencia sus orígenes y le gusta cultivar esta imagen de hombre del pueblo, sencillo y con los pies en la tierra.
Le gusta evocar el sentido común, masacrar palabras en inglés, hablar de béisbol o sus veladas televisivas con su esposa Cilia Flores, la “primera luchadora”, una ex fiscal omnipresente en la escena política venezolana.
“Es un estilo que él mismo se da. En cuanto al inglés, fue ministro de Asuntos Exteriores durante años (2006-2013). Es difícil creer que no lo domine a la perfección”, confiesa una fuente diplomática.
Al nombrarlo su heredero en 2012, un año antes de su muerte, Hugo Chávez (1999-2013) elogió a “uno de los jóvenes líderes con mejores capacidades” para hacerse cargo de Venezuela.
Muchos lo subestimaron. Considerado en sus inicios como un sindicalista sin talla, supo imponerse frente a sus rivales en el seno del Partido Socialista Unido (PSUV), del que es presidente, y maniobrar durante las manifestaciones -duramente reprimidas- que siguieron a las disputadas elecciones de 2018 y 2024 apoyándose en los aparatos policiales y judiciales a su mando.
Nicolás Maduro también logró sobrevivir a una crisis económica sin precedentes, sanciones internacionales, la pandemia y escándalos de corrupción multimillonarios.
Mientras frustra complots, reales e imaginarios, que denuncia periódicamente.
– “Superbigote” –
La propaganda le dedicó una caricatura, en la que se le presenta como “Super-Bigote” (“Super-bigote”), un superhéroe “indestructible” que, como Superman, defiende a Venezuela contra los monstruos y villanos que son Estados Unidos o “oponentes-saboteadores”.
No tiene el carisma ni la elocuencia de Chávez pero pasa horas en la televisión o en las redes sociales con una comunicación bien aceitada.
Combinando discurso político puro, bromas a veces pesadas y comentarios personales, sabe cómo mantener en vilo a la multitud.
Una imagen comprensiva que choca con su forma de gobernar Venezuela, que depende en gran medida del ejército y el aparato de seguridad. La oposición lo acusa de “dictador”.
Ante la crisis económica y detrás del discurso socialista, Nicolás Maduro recortó todo el gasto social, eliminó los derechos aduaneros a las importaciones para permitir el reabastecimiento de un país que carece de todo y autorizó la dolarización para frenar la hiperinflación.
– “Marxista y cristiano” –
Intransigente en su discurso antiamericano, también sabe negociar a escondidas.
De esta manera logró que se levantaran las sanciones estadounidenses de noviembre de 2023 a abril de 2024, aunque se confirmó la inelegibilidad de la principal opositora, María Corina Machado.
Nicolás Maduro también logró obtener la liberación de dos sobrinos de Cilia Flores condenados por narcotráfico en Estados Unidos y de Alex Saab, considerado uno de los principales intermediarios de Venezuela, encarcelado en Estados Unidos por lavado de dinero.
Aunque todavía se autodenomina marxista, apoyó la beatificación por la Iglesia católica de José Gregorio, el “médico de los pobres”, en 2021.
Pero, sobre todo, dio un giro hacia las iglesias evangélicas. Algunos lo ven como una maniobra para obtener ganancias electorales inesperadas. Otros una fe verdadera.
“Soy hijo de nuestro Señor Jesucristo y sé por qué él me protege. Ellos (los enemigos, nota del editor) no pudieron alcanzarme porque Cristo está con nosotros”, dijo.
Nicolás Maduro se resume así: “bolivariano (de Simón Bolívar, nacido en Venezuela y figura emblemática de la emancipación de las colonias españolas en Sudamérica), marxista y cristiano”.
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