“Mi luchador”
Su padre, un soldado de carrera destinado en Delbrück, Alemania, Nathalie nació en el Hospital Militar de Colonia, muy prematura. “30 cm, 700 g”. Con unas ganas de vivir increíbles. Eric la llama “mi luchadora”, la describe como “divertida, juguetona, aventurera” y recuerda las carcajadas, los patines, su bicicleta y las pequeñas travesuras de los niños de su edad.
Problemas al nacer, Nathalie sufrió secuelas que justificaron su asistencia a una educación especializada, en este caso en Lovenjoel.
Desde que su padre fue trasladado al cuartel Panquin en Tervuren, vivieron en Leefdaal, a 15 km de Bruselas.
La parada de autobús es Foksweg, a 200 m de su casa. Una mañana cualquiera. Son “entre las 7:15 y las 7:30” cuando la pareja la deja en coche. Nathalie, con su mochila, se puso un abrigo de invierno morado. Ella tiene ojos azules y cabello rubio hasta los hombros. Ella nunca llegará a la escuela. Ni siquiera subió al autobús.
El hombre del Toyota gris
La investigación pudo contar con varios testimonios convergentes. La mejor, la de Suzanne, que conocía a Nathalie, también tuvo que dejar a su hijo en la parada. Vio a Nathalie sentada en un Toyota Corolla gris modelo antiguo (principios de los años 80) que parecía haberse averiado, con un hombre inclinado sobre el capó abierto. Calvo, cincuenta años.
Nathalie hizo un gesto que Suzanne interpretó como un saludo aunque le pareció extraño. ¿Qué hacía Nathalie en este auto? Después de dejar a su hijo y regresar al lugar, el Toyota “averiado” había desaparecido.
Hoy en día, Suzanne habría llamado inmediatamente. Cuando no había GSM, eran pasadas las 8 de la mañana cuando se daba la alerta.
El rastro de los monstruos
Dirigidos por el juez Decoux, los investigadores, que no disponían de los medios informáticos actuales, tenían que comprobar más de 10.000 Toyota Corolla. También podrías buscar una aguja en un pajar. Sobre todo porque vimos a Nathalie por todas partes.
Al cabo de un año, los gendarmes habían recibido 920 denuncias y más de 120 delincuentes sexuales habían sido interrogados, sin éxito.
Así, los investigadores que buscan depredadores sexuales han pensado, con el tiempo, en Fourniret, que había secuestrado a Elisabeth Brichet dos años antes en Namur; al asesino nunca identificado de Katrien De Cuyper (15 años y al igual que Nathalie, secuestrada en 1991); a Van Geloven asesino en Francia de las primas Muriel Sanchez e Ingrid Van De Portael que tenían 10 años. Y, por supuesto, al caso Dutroux (que fue detenido el 26 de febrero de 91) y a Michel Nihoul, de quien Eric Geijsbregts señala que la edad y la descripción corresponden bastante bien al hombre descrito por Suzanne, además de que Nihoul “Tenía ‘un Toyota gris’.
Coincidencia demasiado curiosa
Pero para Eric Geijsbregts, la mejor pista sigue siendo hoy la de Michel Stokx, este camionero internacional belga afincado en los Países Bajos del que se ha demostrado que, manipulando el tacógrafo de su camión, había creado una coartada para el día del la desaparición el 26 de febrero de 1991.
Recientemente, un investigador expresó su opinión de que Stokx podría estar implicado en Europa occidental en “al menos 65 desapariciones” de niños pequeños, de las cuales al menos tres son indiscutibles.
Preguntado sobre el de Nathalie, Stokx, que nunca dijo que no lo había hecho, respondió a los investigadores que les correspondía demostrar que era él.
En su libro, Eric dice que esta respuesta lo atormenta. ¿Qué quiso decir? Nunca lo sabremos. Stokx murió de forma extraña, en prisión, en Scheveningen, en 2001, llevándose sus secretos consigo.
¿Qué pasa si, contra todas las expectativas, la investigación repunta? “Si se descubriera algo, no tendría miedo de ver el esqueleto de Nathalie”.