Primero, la prevención. En la escuela, los módulos educativos deben sensibilizar a los jóvenes sobre los peligros de las redes criminales y ofrecerles herramientas para resistir la presión. Esta prevención debe reforzarse para evitar que estos adolescentes se encuentren abandonados a su suerte. Luego, los reclutadores, a menudo adultos manipuladores, deben ser duramente sancionados. Esto también requiere una mayor vigilancia de las redes criminales y el fortalecimiento de la policía comunitaria para disuadir el reclutamiento.
Para los menores ya involucrados, se debe priorizar la reintegración: programas de desvinculación, seguimiento psicológico y formación profesional son esenciales para ofrecerles una alternativa a la espiral de la delincuencia. Por último, la colaboración entre todas las partes interesadas es crucial. Las ONG, las autoridades locales, el Estado y los socios internacionales deben unir fuerzas para detener este flagelo, en particular mediante inversiones en los barrios con mayor probabilidad de ser objeto de este tráfico. Todos nos vemos afectados por la inseguridad y la violencia que plagan nuestras calles. Ofrecer un futuro a nuestros jóvenes significa garantizar la seguridad y la estabilidad de nuestra sociedad. No actuar es incitar a una conducta delictiva.
Grenoble: un menor de 15 años muerto y otro herido en un tiroteo el martes por la noche, los sospechosos viajaban “en scooters”