Cuando abrimos la puerta de María M, 62 años, propietaria de una pequeña casa de 60 m2 en Saint-Yzan-de-Soudiac, en Gironda, en este fresco día de otoño, es agradable. Y es una gran mejora en la vida de esta sexagenaria que, como mil hogares, se beneficia cada año desde 2017 del Slime (servicio de intervención local para la gestión energética) en el departamento de Gironda.
Este sistema, impulsado por una dotación presupuestaria de 1,3 millones de euros para 800.000 euros de ingresos, es eficaz en Gironda ya que, de los hogares evaluados, el 40% han salido de la pobreza energética. Este es el caso de María M., que se mudó a su pequeña casa en 2019, tras divorciarse: “Estaba feliz de tener mi propia casita pero en el primer invierno lo estaba mucho menos…”
Factura de luz de 3.000 euros al año.
Durante las visitas que precedieron a la compra de su inmueble, recuerda que la vivienda parecía estar en buenas condiciones. Una vez instalada, con una pensión de apenas mil euros, María M. es muy cuidadosa con todo su gasto energético: utiliza poca agua caliente para la ducha, no tiene lavavajillas y pone en marcha su lavadora cada dos semanas.
Es aún más una auténtica ducha fría cuando recibe su primera factura de luz: 3.000 euros al año, mientras apenas consigue alcanzar los 15 grados en casa, con una cocina de gasoil, además de sus radiadores tipo “tostadora”. “Tenía frío aquí”, dice. Me puse una camiseta, con cuello alto, un suéter y me envolví en una manta. Y cuando podía ir a casa de alguien por la noche iba allí, para entrar en calor. » Esta abuela que tiene seis nietos también señala que los vínculos con su familia fueron un poco tensos durante este período. “Venimos a ver si todo está bien y nos vamos”, dice. A los 15 grados, los más pequeños se quedaron con el abrigo puesto. »
“Frío helado” durante dos inviernos
Luego, su asistente social la remitió al departamento de Gironda, que la ayudó a realizar trabajos de aislamiento y a equiparse con una estufa de pellets. Y todo cambió. María M. ya está en casa y recibe a sus nietos, que vienen a tomar un desayuno caliente tras bajar del autobús, antes de dirigirse al colegio vecino. “Ni siquiera tengo prisa por irme a la cama”, se alegra esta sexagenaria, que no olvida el “frío glacial” que tuvo que afrontar durante dos inviernos.
El Departamento estima que alrededor del 14% de los hogares de Gironda padecen pobreza energética. Y esto, según él, es una cifra subestimada, porque no se cuentan los que no calientan bien por razones de economía y los que tienen frío en casa. “Desde 2017, siempre hemos tenido alrededor de mil hogares al año para los que recibimos alertas a través de nuestra red (Slime), pero tendríamos más si la desarrolláramos”, señala Laure Curvale, vicepresidenta de transición ecológica y patrimonio en el departamento de Gironda.
Y hay varios escenarios: el alojamiento es considerado indigno por los inspectores del departamento y luego es necesario realojarlo, pequeñas intervenciones (como la sustitución de un calentador de agua o de electrodomésticos que consumen demasiada energía) y, finalmente, más graves. Intervenciones vinculadas a la agencia nacional de vivienda. Este fue el caso de María M.
El frío minó la moral de María M.
“La mayoría de los beneficiarios (alrededor del 80%) son inquilinos del sector privado”, señala Laurent Vitry, director del proyecto sobre pobreza energética del departamento. Y el estado de las viviendas que vemos en Slime es mayoritariamente deplorable. » Para ir más allá, la ley debería exigir “no encontrar en el mercado viviendas que estén al límite de la decencia”, advierte Laure Curvale.
Sin olvidar que los hogares asistidos suelen sufrir una sanción doble o triple. “En lo que respecta a María M., vemos que su factura de energía representaba la mitad de sus ingresos mensuales”, señala Laure Curvale. Y esto puede combinarse con problemas de salud, obstáculos para el acceso al empleo, etc. La pobreza energética tiene consecuencias globales”. El frío también había empezado a minar la moral de María M., e incluso la había disuadido de decorar su nuevo interior. Hoy, un papel pintado nuevo cubre parte de las paredes de su comedor. “Y todavía no me he puesto las monturas”, nos dice.