Durante más de 20 años, Cindy Elgan organizó elecciones pacíficamente en su remoto rincón de Nevada. Pero hoy, sus vecinos ya no confían en ella y creen que es parte de una gran conspiración para impedir que Donald Trump reconquiste la Casa Blanca.
“Algunas personas son muy apasionadas y no puedo culparlas por sentir pasión por su país”, suspira el funcionario electoral del condado de Esmeralda, ante esta grotesca situación.
Perdida en medio del desierto de Nevada, la zona tiene sólo 700 habitantes. En este rincón del Oeste donde el escritor Mark Twain fue buscador de oro, todo el mundo se conoce y la gente tradicionalmente vota a los republicanos.
Donald Trump obtuvo el 82% de los votos en el condado en 2020. A pesar de este plebiscito local, las mentiras del multimillonario republicano –que siempre se negó a aceptar su derrota nacional contra Joe Biden– arrojaron a la región a una realidad paralela.
“No tengo confianza en los resultados de las elecciones de 2020”, dice Mary Jane Zakas, una maestra jubilada que participa en una campaña para destituir a la Sra. Elgan.
“Hay muchas maneras de hacer trampa”, cree. “Hay fórmulas matemáticas que pueden cambiar tu voto. Hay cosas que pueden revertirlo”.
Dimisiones a raudales
Según las encuestas de opinión, más de un tercio de los estadounidenses tiene dudas sobre la integridad del sistema electoral. Esta desconfianza afecta particularmente a los votantes republicanos.
La desconfianza no nació con Donald Trump: tras perder en 2016, Hillary Clinton ya cuestionaba la legitimidad de su oponente, invocando una posible manipulación rusa.
Pero la negativa de Trump a admitir la derrota en 2020 ha empujado a Estados Unidos a otra era, según Claire Woodall, experta del instituto transpartidista Issue One.
“Realmente empezamos a ver un cuestionamiento específico sobre la forma en que se administran las elecciones”, resume.
Con consecuencias dramáticas sobre el terreno, recuerda. Las amenazas, el acoso y los ataques contra funcionarios electorales provocaron dimisiones en todo el país.
Nevada y Arizona, dos estados clave donde Joe Biden ganó por 10.500 y 33.000 votos respectivamente, están especialmente preocupados por este fenómeno, según un informe de Issue One.
Ilustración en el condado de Douglas, en el oeste de Nevada, donde la funcionaria electoral Amy Burgans recibió amenazas de muerte.
“Sólo llevo cuatro años en este puesto y, sin embargo, soy una de las funcionarias con más experiencia del estado”, dice.
A través de amenazas y rumores infundados, “estamos perdiendo la competencia institucional de las personas que han estado haciendo este trabajo durante años”, lamenta esta republicana, frustrada porque su partido alimenta la desconfianza con información falsa.
“Esto no contribuye a que las elecciones sean más seguras”, observa. “Daña las elecciones”.
chalecos antibalas
Entre 2020 y 2022, una cuarta parte de los funcionarios electorales informaron haber sido objeto de violencia o amenazas, según la organización transpartidista Centro de Información sobre Elecciones y Votación.
En Nevada, varios ex funcionarios electorales contactados por la AFP se negaron a declarar. “No quiero volver a exponer a mi familia”, justificó uno de ellos.
En todo el país, el aumento de las tensiones ha provocado un refuerzo de la seguridad sin precedentes, con la adopción de chalecos antibalas, cámaras de vigilancia e incluso francotiradores apostados cerca de determinados centros de votación, subraya Tammy Patrick, de la Asociación Nacional de Funcionarios Electorales.
En Los Ángeles, perros rastreadores inspeccionan las boletas enviadas por correo.
“En distintos lugares del país recibieron correo que contenía diversas sustancias. Algunos contenían fentanilo”, un opioide potente, mortal en dosis muy pequeñas, dice Patrick.
En Nevada, la Sra. Burgans y su equipo trabajan con Narcan, el antídoto contra la droga, en su oficina.
La funcionaria electoral ahora dedica buena parte de su tiempo a explicar el proceso de votación al público, en un esfuerzo por lograr transparencia.
“En general, creo que la gente está dispuesta a hablar”, dijo.
Pero algunas personas no quieren oír nada.
“Por mucho que trato de contarles los hechos, siguen creyendo la información errónea que les dieron”.
(afp)