El debate sobre la votación del 24 de noviembre sobre la ampliación de las autopistas está dando vueltas. Para sus partidarios, unas autopistas más anchas agilizarán el tráfico y aliviarán la congestión en las vías secundarias utilizadas por los automovilistas varados, que circulan por las carreteras cantonales y en los pueblos.
Para los opositores, este trabajo costoso y con impacto ambiental sólo pospondrá el problema. Una vez que se amplíen las carreteras, seguirán entrando más coches y se crearán nuevos embotellamientos.
En el mito de Sísifo, el héroe empuja su piedra hasta la cima de una montaña y ésta vuelve a bajar. Albert Camus lo convirtió en una ilustración del absurdo del mundo y de la necesidad de resolverlo. En definitiva, llega a la conclusión de que debemos imaginar a un Sísifo feliz en su agotadora tarea de volver a empezar siempre. Podemos trasladar este mito al problema de la movilidad en Suiza.
En este debate rara vez se aborda una pregunta: ¿por qué nos movemos tanto todo el tiempo? Tomando un poco de perspectiva: ¿por qué miles de personas salen cada mañana de Lausana hacia Ginebra, y miles más en dirección contraria, para hacer más o menos el mismo trabajo? En otras palabras, ¿qué hace que Sísifo se mueva?
En principio, nuestra movilidad debe ser infinita, porque forma parte de la libertad de todos. Cada uno es libre de ir a donde quiera y cuando quiera. Pero el resultado es que cada día es una lucha por fluir, ya sea en el coche o en el tren. Cada día, este objetivo está potencialmente en peligro, porque basta un accidente, una avería o una sobrecarga para que el tráfico se atasque o se detenga.
A pesar de todo, el 24 de noviembre hay muchas probabilidades de que sea Sísifo quien vuelva a ganar. Los suizos decidirán ensanchar sus carreteras, sabiendo que es como llevar la piedra a la cima de la montaña, antes de que caiga. Pero al menos habremos hecho algo.