Estados Unidos puede liderar juicios antimonopolio contra Amazon o Facebook, y los europeos pueden imponer multas a Google o Microsoft, pero nada puede detener a los gigantes tecnológicos. En un momento en el que la inteligencia artificial está dando un nuevo paso, con la llegada de la IA generativa -esa IA que genera textos, imágenes y sonidos, y por tanto informes, cortometrajes, piezas musicales, todo lo que queramos-, nos damos cuenta de que lo hará. beneficiar a las mismas personas; Los multimillonarios tecnológicos pueden luchar entre sí en esta área, pero en realidad constituyen un oligopolio que defiende intereses comunes y genera nuevos ingresos. Hoy son los únicos capaces de invertir decenas de miles de millones de dólares en GPU, estos procesadores gráficos, estos enormes circuitos electrónicos que les permiten entrenar sus inteligencias artificiales generativas.
Con la ayuda de lo que llamamos IA débil, la que ya está en sus teléfonos, por ejemplo, Google, Amazon y Meta, y también Microsoft, han capturado la mayor parte de los ingresos obtenidos de Internet en menos de veinte años. La débil IA les permitió operar motores de búsqueda, optimizar el funcionamiento de las redes sociales que inventaron – es decir, hacer que los usuarios sean cada vez más adictos a sus contenidos – y desarrollar el comercio en línea gracias a recomendaciones personalizadas. Toda esta audiencia se monetizó en ingresos publicitarios. Al principio, recuerde, operar en Amazon, realizar búsquedas en Google o operar en Facebook no contenía publicidad. Al introducirla, han acumulado verdaderas “alquileres” gracias a la llamada “publicidad programática”, que se adapta al perfil de los usuarios. El fabricante de cochecitos pide, por ejemplo, alcanzar el objetivo de que las personas entre 25 y 35 años tengan su primer hijo; La IA reconstruyó sus perfiles gracias a todas sus actividades online, por ejemplo si pedían un test de embarazo o pañales para la primera edad… En 10 años, Meta, Amazon y Google han acaparado el 80% de la publicidad online fuera de China, y casi la mitad. del mercado publicitario para todos los medios combinados.
Posteriormente, todos rentabilizaron sus enormes servidores informáticos creando la nube, es decir, el almacenamiento de datos en línea para otros con servicios de IA como beneficio adicional. Amazon lo inventó con AWS, hoy Microsoft Azure o Google Cloud le pisan los talones. Los que llamamos los tres hiperescaladores ven explotar su actividad y así obtener nuevos ingresos.
Con estos gigantescos beneficios, son los únicos que pueden invertir masivamente en el entrenamiento de la IA. Benoît Coeuré, jefe de nuestra Autoridad de Competencia, dijo recientemente en Les Echos que incluso si todos los estados europeos se unieran, sólo serían capaces de hacer una fracción de lo que Meta, Google, Microsoft y Amazon están haciendo. Los jóvenes campeones de la IA se ven obligados a pasar por ellos para entrenar sus propios chatbots. Open Ai, que inventó ChatGPT, ahora es de hecho parte de Microsoft. Incluso el francés del que estamos tan orgullosos, MistralAI, se vio obligado a firmar con Microsoft para poder utilizar sus capacidades informáticas y estableció con ella una asociación de distribución, sacrificando su soberanía y un cierto ideal europeo.
Como son estos genates los que más invierten, serán los únicos que llegarán –quizás– a la siguiente etapa, la IA general, la que será consciente de sí misma y nos superará. La que decimos es peligrosa porque podría decidir eliminar a la humanidad, esa especie que es dañina para el planeta. Este peligro es, en cualquier caso, el argumento utilizado por algunos gigantes tecnológicos para exigir una fuerte regulación del sector, que impediría definitivamente que nuevos actores vengan a competir con ellos y les garantizaría la permanencia en este negocio eminentemente rentable.
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