Piedra clave
La inteligencia artificial de OpenAI llegó al mercado el 30 de noviembre de 2022. En dos años, la herramienta ha resultado revolucionaria. Pero la start-up estadounidense se enfrenta ahora a límites.
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Algunos dicen que ChatGPT no es la revolución anunciada y otros aseguran que ya forma parte de las costumbres para la eternidad. Su jefe, Sam Altman, fue bombardeado con apodos, a veces incluso apodado “el Oppenheimer de su tiempo” en referencia al padre de la bomba atómica.
No es necesario buscar desde el mediodía hasta las 2 p.m., ChatGPT ha puesto patas arriba el mercado laboral y nuestra vida diaria. Si bien parte de la población ha adoptado la herramienta, este importante avance en la IA generativa se considera una gran revolución tecnológica que se basa en varias décadas de cambio digital.
¿Cuál es el verdadero resultado?
“El interés de las organizaciones, pero también del público en general, sigue siendo muy alto. Y el tema sigue fascinando”, observa Johan Rochel, investigador de la EPFL y filósofo del Valais, cofundador del laboratorio de innovación Ethix.
Él continúa:
“En cuestiones de ética, estos dos años han sido fascinantes porque han hecho que las herramientas de IA sean tangibles para todos. Las cuestiones sobre la calidad de los datos, la explicabilidad, el diseño, la responsabilidad, pero también el impacto en el mundo profesional, eran antes interesantes, pero lejos de la realidad de las personas. Hemos estado allí durante dos años, la gente puede probarlo. Por tanto, ChatGPT ha democratizado la ética de la IA”.
Una nueva proximidad que el público ha aprovechado. Los medios de comunicación han analizado minuciosamente los beneficios y daños de dicha tecnología en manos de la gente corriente. Los cazadores de la tecnología querían compararse con la máquina. El filósofo francés Raphaël Enthoven, por ejemplo, aceptó el desafío y venció a la máquina, obteniendo un 20/20 en la prueba de bachillerato de filosofía. ChatGPT se conformó con un 11/20.
Esta oposición entre hombre y máquina anima a la raza humana desde hace mucho tiempo. Ahora es más real que nunca y alimenta un miedo de ciencia ficción: ser dominado por cerebros digitales.
Sin embargo, el entusiasmo en torno a la IA parece estar estancado. “Para revolucionar los hábitos de consumo es sí, pero para una revolución completa no. Las plantillas son muy potentes para generar texto y código. Lo hago todos los días. Pero todavía no son capaces de aprender en el mundo físico”, informa Raphaël Sculati, director tecnológico de The Computer Firm (TCF).
Según Johan Rochel, “la euforia y el hype que mantiene la industria están perdiendo fuerza un poco”, reconoce.
“Es cansador decir que todos los días se produce la revolución. Es bueno que las cosas se estén calmando”.
johan rochel
Esta observación, según el investigador, subraya que “todo el mundo se da cuenta de que utilizar herramientas de IA requiere formación y tiempo, que no basta con abrir el programa y esperar a que sucedan cosas”.
Johan Rochel explica que las demandas de sus clientes están evolucionando:
“Ya no se trata simplemente de aprender a utilizar la herramienta (por ejemplo, incitando), sino de implementar un buen gobierno en la organización y preparar a los equipos para aumentar sus habilidades. Esto incluye comprender plenamente las limitaciones y riesgos de la herramienta”.
La IA generativa está arrasando en el mundo y en el sector laboral. Mucha gente escribe su carta de presentación gracias a ChatGPT. La IA también ha encontrado su lugar en la oficina. Desde la formulación simplificada hasta la planificación, las diferentes profesiones se conectan a la plataforma OpenAI para optimizar su tiempo. Las empresas lo utilizan, por ejemplo, para las actas de reuniones.
Las personas activas en el sector bancario confirman utilizarlo para determinadas tareas. Misma observación en el sector médico, donde los médicos nos dicen que cuestionemos el chatbot para fortalecer su diagnóstico. En el sector de la educación especial, los profesionales incluso nos dicen que utilizan chatbots para simplificar su discurso.
El propio Raphaël Sculati está convencido del objeto: “Hablo con una IA para ayudarme en mi planificación deportiva y comprender mejor cómo gestionar los conflictos”.
En 2023, la tecnología de chatbot conversacional entró incluso en la arena política, cuando un parlamentario japonés utilizó ChatGPT para formular preguntas al primer ministro Fumio Kishida en el desarrollo de un proyecto de enmienda relacionado con la política de lucha contra la pandemia de Covid-19.
El bebé de OpenAI ha evolucionado hasta convertirse en un asistente 2.0 para gran parte de la población mundial. Según datos de Similarweb, más de un cuarto de billón de visitantes únicos visitaron ChatGPT.com cada mes entre junio y agosto de 2024, lo que resultó en un promedio de 2,5 mil millones de visitas por mes.
ChatGPT se acerca a sus límites
Pero siempre existe la otra cara de la moneda. Hoy en día, algunos científicos destacados en IA están hablando de los límites de la filosofía de OpenAI de que “cuanto más grande, mejor”.
Ilya Sutskever, cofundador de los laboratorios de IA Safe Superintelligence (SSI) y OpenAI, dijo recientemente Reuters que ahora se necesitan nuevas ideas para dar el siguiente paso. Raphaël Sculati aprueba:
“ChatGPT sigue siendo limitado hasta la fecha, pero la evolución puede ser exponencial”
El vertiginoso ascenso de OpenAI, que en poco tiempo se ha convertido en la empresa occidental no cotizada más capitalizada de la historia, se encuentra en fase de adaptación. El costo de producir dicha tecnología es astronómico y se necesitan miles de millones para operar el taller.
También desde el punto de vista energético la factura es elevada, con consecuencias medioambientales. Para satisfacer la gran demanda de energía, se ha ampliado la vida útil de las centrales eléctricas alimentadas con carbón para alimentar la IA.
Un actor importante del sector, Microsoft, también ha abandonado sus propios objetivos climáticos para poder participar en esta revolución digital que apenas comienza.
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