Serie negra en la tierra de “Das Auto”. En la cadena, los grandes nombres del antiguo y floreciente escaparate del “made in Germany” anuncian drásticos planes de reestructuración. Volkswagen, Mercedes, Audi… los símbolos de la brillante economía de la “década dorada” (2010-2020), durante la cual Alemania ganó el título de campeona mundial de exportaciones, están decayendo en la lenta economía. La crisis no perdona a los fabricantes extranjeros. La semana pasada, Ford anunció la pérdida de 4.000 puestos de trabajo en Europa, incluidos 2.900 en la histórica planta de Colonia.
“Hacia una catástrofe industrial”
“Esta es la cuarta o quinta vez consecutiva que nos enfrentamos a una reestructuración”, comentó aturdido el representante del personal Benjamín Grushka. La planta de Ford en Saarlouis también está pagando el precio de los drásticos recortes de personal. “Vamos a pasar de 7.000 empleados en 2018 a 1.000 el año que viene”, lamenta por teléfono el trabajador transfronterizo Cédric Moltini, representante del sindicato IG Metall. “Nos dirigimos hacia una catástrofe industrial porque los subcontratistas en el parque industrial alrededor de la fábrica también están recortando puestos de trabajo. Otros se dan por vencidos. »
En su caída, el sector del automóvil arrastra al tejido de los fabricantes de equipos. Después de Schaeffler y ZF, es el turno de Bosch de anunciar recortes de empleo a gran escala, incluidos 4.000 en Alemania. Todos citan las mismas razones: costo demasiado alto de la energía y la mano de obra, competencia desleal de China, baja digitalización y falta de inversión.
Un diagnóstico válido para la economía alemana en su conjunto: el país se encamina hacia su segundo año consecutivo de recesión, por detrás de los países industriales. La química Bayer y la siderúrgica ThyssenKrupp también están sufriendo todo el peso de la crisis. En septiembre, el número de quiebras de empresas se disparó: +22% respecto a septiembre.
Temores de desindustrialización y desempleo
En la tercera economía del mundo, la deserción escolar está despertando temores de desindustrialización y desempleo masivo, todavía contenido en un 6%. Según un estudio de opinión de la Fundación Friedrich Ebert, el 85% de los alemanes cree que las generaciones futuras estarán peor que ellos. “Ante este mundo convulso, damos la espalda a nuestro capullo familiar”, analiza el sociólogo Stephan Grünewald, director del Instituto Rheingold. Mientras que los alemanes son muy optimistas en su vida privada (el 87% así lo afirma en nuestros estudios), sólo el 23% de ellos confía en la situación económica del país. » Entre ellos se encuentra Matthis Menzel, jefe de una PYME familiar en los suburbios del norte de Berlín que fabrica motores eléctricos para la industria. “Nuestras carteras de pedidos están llenas para el primer semestre de 2025, dos tercios de los cuales están destinados a la exportación”, comenta. Un panorama ensombrecido a medio plazo por una guerra contra los derechos de aduana iniciada por Estados Unidos y China. Donald Trump ha convertido al país de sus antepasados en una “béte noire”, cuyos productos amenaza con gravar. Sin embargo, recuerda el economista Ferdinand Fichtner, “el PIB de Alemania depende en un 40% de sus exportaciones, mucho más que cualquier otra economía importante”.
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