Como que la vida, incluso a los 45 años, puede empezar de nuevo. Steve, un belga afincado en Luxemburgo, confesó hace apenas un año que su adicción al alcohol casi le había costado la vida, varias veces y literalmente. Un fuerte testimonio que luego compartió con los lectores de Lo esencialal partir, el 15 de noviembre de 2023, para un tratamiento de siete meses en Portugal, “cuatro veces más barato que el tratamiento en Luxemburgo”. Un año después, casi exactamente, encontramos a otro hombre, pacífico, que ahora “disfruta sanamente de la vida”. Esta atención en un establecimiento portugués, “a 30 km al oeste de Lisboa”, en colaboración con el CNS, fue una elección salvadora para este padre de un niño de 12 años.
Steve permaneció allí desde noviembre de 2023 hasta junio de 2024. Desde el primer día lo registraron. Le confiscan su teléfono, su ordenador, su tarjeta bancaria e incluso su pasaporte. El cuarentón recuerda a quienes pensaban que se iría de vacaciones a la playa durante varios meses. Un marco entre “disciplina y rigor” que comparte con un grupo de quince pacientes, “narcóticos anónimos”, algunos de los cuales, como él, llegaron desde Luxemburgo. Alcohol, drogas, juego, cada uno libra su propia batalla.
“Me despierto a las 7:00 a.m., desayuno a las 7:30 a.m., inspección de la habitación a las 8:30 a.m. y comienzo de los grupos de discusión y actividades a las 9:00 a.m.”, dice Steve, quien comienza a aprender portugués, el idioma principal del lugar. Terapia con caballos, arte, yoga, deporte… el programa es diario y intenso, con terapeutas y la intervención de personas que antes eran dependientes y ya han sido tratadas. “Nunca salimos del centro, sólo veinte minutos los fines de semana para ir a tomar un café en grupo. Sin contacto con el mundo exterior, los primeros días lloré solo en mi cama”, continúa el hombre.
“Nos ponen la espalda contra la pared para ver cómo reaccionaremos y si nuestras emociones nos redirigen hacia el consumo”. El objetivo es dar pequeños pasos, es decir fijar la ambición de posponer el alcohol en este día que comienza. Desde el corto plazo “para comprender nuestro mecanismo” de dependencia y “construir nuestra recuperación a largo plazo”. Después de cuatro meses, Steve se trasladó a otro establecimiento portugués para el resto del curso. Allí, él mismo debe supervisar a adolescentes o adultos con discapacidad.
“Me hizo mucho bien volver a centrarme en mí mismo, redescubrirme y comprender que la vida es placentera sin sustancias”, confiesa hoy. Desde entonces regresó al Gran Ducado, se reunió con sus seres queridos, su hijo e incluso reanudó su actividad profesional. No habla abiertamente de todo esto, poca gente lo sabe. Puede estar orgulloso de haber dejado algunos recuerdos oscuros, desde una puñalada a sí mismo hasta estas doce botellas de vino consumidas a la vez en pleno encierro por el Covid. “Lo único que ha cambiado soy yo y mi estado de ánimo”.
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