El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca está sacudiendo a los fabricantes de automóviles europeos. Con promesas de guerra comercial y hostilidad demostrada hacia los coches eléctricos, el nuevo presidente podría frenar repentinamente la transición energética del sector.
El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca está sacudiendo a los fabricantes de automóviles europeos. Con promesas de una “guerra comercial” y una hostilidad demostrada hacia los coches eléctricos, el nuevo presidente podría frenar repentinamente la transición energética en el sector.
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El duro golpe a la industria europea
La reacción del mercado no se hizo esperar: las acciones de BMW, Mercedes-Benz y Porsche se desplomaron en la Bolsa de Frankfurt nada más conocerse los resultados. Esta repentina caída refleja la preocupación de los inversores por las intenciones del presidente estadounidense, ferozmente hostil a los coches eléctricos y partidario de una política proteccionista agresiva.
Los fabricantes europeos se encuentran particularmente expuestos después de haber invertido masivamente en electrificación. BMW, Mercedes y el grupo Volkswagen han comprometido decenas de miles de millones de euros para esta transición y han seguido al pie de la letra las directivas europeas que imponen el fin de los nuevos vehículos térmicos de aquí a 2035.
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La amenaza de una devastadora guerra comercial
Donald Trump lo recalcó durante su campaña: planea imponer aranceles aduaneros punitivos a los automóviles importados. Concretamente, esto significa una explosión de los precios de los coches europeos en el mercado americano, con aranceles que podrían alcanzar el 25% de su valor. Este aumento masivo reduciría drásticamente su competitividad frente a GM, Ford… y por supuesto Tesla.
¿El gran ganador de esta situación? Tesla, cuyo director ejecutivo, Elon Musk, se ha acercado estratégicamente a Donald Trump. Los automóviles producidos en Estados Unidos escaparían a las medidas proteccionistas, lo que podría crear una distorsión de la competencia en el mercado de automóviles eléctricos premium. Una ventaja considerable para el fabricante californiano, que ya domina ampliamente este segmento.
Repercusiones en cascada
La conmoción no se limita a los fabricantes. Todo el ecosistema europeo de coches eléctricos está tambaleándose. Los fabricantes de equipos especializados en componentes eléctricos, los fabricantes de baterías, las empresas de semiconductores e incluso los proveedores de estaciones de carga se ven amenazados. La eliminación prevista de los créditos fiscales y las ayudas a las compras en Estados Unidos provocará automáticamente una caída de la demanda, asfixiando las exportaciones europeas.
Aún más grave: esta situación pone en peligro los programas de investigación y desarrollo de los fabricantes europeos. Estos últimos contaban con los cómodos márgenes del mercado americano para financiar sus innovaciones. Sin esta ganancia financiera inesperada, ciertos proyectos esenciales tendrán que congelarse o abandonarse, lo que dejará el campo abierto a los fabricantes chinos que se benefician del apoyo masivo de su gobierno.
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La industria automovilística europea se encuentra en una posición insostenible, atrapada entre dos gigantes que no le hacen ningún favor. Por un lado, fabricantes chinos como BYD, Xpeng, Geely, Nio o SAIC (MG) están inundando el mercado con coches eléctricos (y ahora híbridos) tecnológicamente avanzados y más baratos.
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¿Su secreto? Años de ventaja en producción de baterías, cadenas de suministro optimizadas y un gigantesco mercado interno que les permite alcanzar rápidamente la rentabilidad. De este modo, los fabricantes chinos pueden ofrecer coches eléctricos e híbridos a precios inmejorables, a veces hasta un 20% más baratos que sus equivalentes europeos.
La urgencia de una respuesta europea
Ante este tsunami, la Unión Europea debe reaccionar rápida y enérgicamente. Ya no se trata simplemente de proteger una industria, sino de salvaguardar la independencia tecnológica europea en un sector estratégico. Reforzar el apoyo a la innovación y acelerar el despliegue de infraestructuras de carga no será suficiente. Probablemente Europa tendrá que adoptar una postura más ofensiva, con medidas de reciprocidad comercial y nuevas asociaciones estratégicas.
La supervivencia de la industria europea del automóvil eléctrico se decidirá en los próximos meses.
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