Los analistas se pierden en conjeturas para explicar la inequívoca victoria de Donald Trump. Por mi parte, lo atribuyo principalmente a un factor que, paradójicamente, no puede ser controlado por el gobierno: la inflación.
Publicado ayer a las 14:29.
Por supuesto, cuestiones muy importantes han animado a los estadounidenses a votar por un partido u otro, ya sea que pensemos en la inmigración, la guerra, el aborto, el papel del Estado, etc. Pero en estos temas los bloques de votantes están firmemente arraigados desde hace mucho tiempo.
No olvidemos que los dos bandos están separados por sólo 3,5 puntos porcentuales y que, por tanto, basta con que el 1% o el 2% de la población cambie de opinión para cambiar de poder.
Sin embargo, en mi opinión, el impacto de la inflación en las carteras de los hogares durante la era Biden-Harris fue el elemento clave de este cambio. El precio en el surtidor, el precio de la hamburguesa y los costos de la vivienda son elementos que tienen un impacto directo en los votantes promedio, todos los días.
Y para estos votantes, es el gobierno el responsable de estos proyectos de ley, como de la economía en general, nadie más. Por tanto, el gobierno demócrata habrá sido duramente castigado por este período inflacionario.
Breve, « es la economía, estúpido »como dijo un ex estratega de Bill Clinton, o más bien « es la inflación, estúpido ».
Paradójicamente, el gobierno estadounidense, como todos los gobiernos de los países desarrollados, tiene poca responsabilidad por la explosión de la inflación que siguió al período de la pandemia de COVID-19.
Esta inflación generalizada en todo el planeta fue causada por los bancos centrales, esencialmente, al flexibilizar masivamente sus políticas monetarias –en particular las tasas de interés– para evitar que sus economías cayeran en una depresión.
Este incentivo al gasto de los bancos centrales durante este período de congelación de la economía permitió reactivar la actividad económica, pero posteriormente provocó que la inflación aumentara a niveles récord en 40 años (8,1% en Canadá y 9,1% en Estados Unidos).
Sin embargo, estas decisiones de los bancos centrales son independientes del poder político. Esta independencia, garantía de su credibilidad, es incluso uno de los fundamentos del funcionamiento eficiente de los mercados financieros.
¿Fue realmente posible debatir este complejo tema durante la campaña? ¿Convencer al votante medio de que el gobierno, en última instancia, no es responsable del aumento de sus facturas de comestibles?
En resumen, el papel del banco central estadounidense –la Reserva Federal– fue crucial en estas elecciones. Y en Canadá, la del Banco de Canadá será casi igual cuando los votantes juzguen el historial de Justin Trudeau. No en vano el conservador Pierre Poilievre habla tan a menudo de “justinflación”.
No soy el único que piensa lo mismo: durante su visita a Montreal hace un año, el ex gobernador del Banco de Canadá, Paul Beaudry, coincidió conmigo: las decisiones del Banco de Canadá influyen en el estado de ánimo de los votantes, incluso si son independientes del poder político.
Poco a poco, los aranceles aduaneros
Dicho esto, los gobiernos canadienses (federal y provincial) tendrán mucho trabajo por delante durante los próximos cuatro años. Tendrán que desplegar intensos esfuerzos diplomáticos para convencer a Donald Trump de que modere sus acciones hacia su socio y amigo canadiense, a riesgo de pegarse un tiro en el pie.
La mayoría de los cambios no ocurrirán de la noche a la mañana. El más importante es sin duda el deseo de Trump de aumentar un 10% los aranceles a las importaciones a Estados Unidos.
Según tres estudios recientes, tal gesto tendría un impacto importante para Canadá, ya que el comercio bilateral representa una parte muy importante de nuestro producto interior bruto (23% para Quebec, 41% para Ontario y 42% para Alberta).
La madera, la minería, el aluminio, el sector del automóvil, la aeronáutica, la energía y el sector farmacéutico son sectores que podrían verse sacudidos. Algunas personas hablan de recesión.
Los expertos, sin embargo, dudan de que en la práctica Trump implemente plenamente su severo plan arancelario. Esta es la opinión del analista Angelo Katsoras, del Banco Nacional, y de Jimmy Jean, economista jefe del Movimiento Desjardins.
“Si siguiera adelante con ese plan, probablemente se enfrentaría a desafíos legales, a una importante oposición política de ambos partidos y al riesgo de aranceles de represalia por parte de otros países”, explica Katsoras.
Según el analista, su amenaza de aranceles aduaneros servirá para proteger determinados sectores específicos y obtener concesiones comerciales, entre otras cosas.
Jimmy Jean cree que los aranceles dirigidos a China “podrían implementarse rápidamente con el pretexto de la seguridad nacional. Esto es menos obvio en el caso de un aumento general de los aranceles sobre todas las importaciones estadounidenses, en particular las de países aliados. [Canada et Mexique] ».
La abolición de una parte del plan verde (IRA) tendrá ciertamente efectos económicos, pero serán manejables, sobre todo porque Canadá debería reaccionar cancelando las mismas subvenciones concedidas a las fábricas de coches eléctricos. Y al diablo con el medio ambiente, por desgracia.
Por lo demás, el deseo de Trump de reducir aún más el tipo del impuesto de sociedades (del 21% al 15%) aumentará la competencia fiscal con Canadá, cuyo tipo es del 26,5%.
Habrá que ver hasta qué punto el plan de Trump podría impulsar el déficit y la deuda estadounidense –hasta niveles preocupantes–, lo que debería empujar a los mercados a mantener altos los tipos de interés, sobre todo si la inflación no cae más en Estados Unidos.
Estas tasas más altas podrían ampliar la brecha con las de Canadá y ejercer presión a la baja sobre el dólar canadiense, obligando al Banco de Canadá a desacelerar el ritmo de sus propios recortes de tasas clave. Con sus efectos sobre los pagos de las hipotecas de los hogares canadienses…
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