Tras un primer mandato marcado por la salida del acuerdo climático de París, Donald Trump regresa a la Casa Blanca. Planea inversiones masivas en la explotación de combustibles fósiles y el levantamiento de numerosas regulaciones con el objetivo de desvincular a Estados Unidos de la diplomacia climática global.
“Taladra, bebé, taladra”. Donald Trump quiere “perforar a toda costa”. Este miércoles 6 de noviembre el candidato republicano fue declarado ganador de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Una victoria que marca el regreso del escepticismo climático a la Casa Blanca, mientras el país es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo y el primer contaminador histórico desde el inicio de la era industrial.
Donald Trump no ha dejado de hacer comentarios escandalosos sobre el medio ambiente. Considera que el cambio climático es una “estafa”, un “engaño” o incluso un “concepto inventado por los chinos para impedir que la industria estadounidense sea competitiva”.
“¿Saben cuál es el mayor problema del calentamiento global? Los expertos hablan de ello todo el tiempo: los océanos aumentarán unos pocos milímetros dentro de 500 años”, volvió a decir este sábado durante una reunión en Wisconsin, y añadió:
“¿Pero a quién le importa?”
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Salida (de nuevo) del acuerdo climático de París
El primer mandato de Donald Trump, entre 2017 y 2021, habla por sí solo. Uno de los primeros pasos que dio fue retirar a Estados Unidos del acuerdo climático de París, que entre otras cosas tiene como objetivo mantener el aumento de la temperatura global “muy por debajo” de 2°C para 2100 en comparación con los niveles preindustriales y continuar los esfuerzos para limitar este aumento a 1,5°C. Y prometió volver a hacerlo, tras la anulación de esta decisión por parte de su sucesor Joe Biden.
Clima, calidad del aire y del agua, combustibles fósiles… El republicano también había desbaratado las normas medioambientales estadounidenses al anular más de 125 textos, según un recuento de la Columbia Business School.
Según un análisis de la Comisión Lancet sobre Políticas Públicas y Salud de la Era Trump, las políticas ambientales de la administración Trump provocaron “más de 22.000 muertes adicionales solo en 2019”, en gran parte debido al empeoramiento de la contaminación del aire.
“Taladra, nena, taladra”
“Tenemos más oro líquido que cualquier país del mundo, más que Arabia Saudita o Rusia”, dijo Donald Trump en su discurso de victoria el miércoles, refiriéndose al petróleo y al gas.
Había prometido: en caso de reelección, Estados Unidos “perforará como loco”, con el lema “drill, baby, Drill (fore, baby, Drill)”, coreado regularmente por sus seguidores durante sus diferentes reuniones en el campo. Pretende relanzar masivamente la producción de gas y petróleo, sin dejar de quemar carbón, combustibles fósiles cuya explotación es responsable del cambio climático.
Donald Trump planea abrir el Ártico de Alaska a la extracción de petróleo y poner fin a la pausa en las exportaciones de gas natural licuado para “reducir a la mitad el coste de la energía en los primeros 12 meses de su entrada en el cargo”.
El republicano también es partidario de la fracturación hidráulica, una técnica utilizada en particular para la extracción de gas de esquisto por la industria del petróleo y del gas. Este proceso se caracteriza por riesgos ecológicos como la posible contaminación del agua potable o la liberación de grandes cantidades de metano.
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En su programa denunció las “restricciones agobiantes a la producción de energía estadounidense”. El pasado mes de mayo, los medios estadounidenses revelaron que el candidato republicano habría prometido a las compañías petroleras anular las regulaciones ambientales de Joe Biden y aprobar sólo leyes “pro-business” y “anti-regulación”… a cambio de “mil millones de dólares de su parte para su campaña.
Según Reuters, Donald Trump ha recaudado decenas de millones de dólares de empresarios texanos del sector petrolero. Además, según Politico, el lobby de esta industria ya ha redactado leyes, que sólo requieren la firma de Donald Trump una vez elegido oficialmente.
Desmantelar todo para “encontrar energía muy barata”
Donald Trump también prometió “poner fin al Green New Deal de Kamala Harris”, afirmando que las políticas medioambientales de su predecesor no son más que un “aumento masivo de los impuestos sobre todo”. En su programa no aparecen las palabras “clima”, “medio ambiente” o incluso “ecología”.
Sin embargo, el magnate de 78 años habla de suprimir la Agencia de Protección Ambiental (EPA), cuya misión es “proteger la salud humana y salvaguardar los elementos naturales – aire, agua y tierra – esenciales para la vida”, y la Agencia Estadounidense de Observación Oceánica y Atmosférica. (NOAA), agencia de importancia global en el estudio del cambio climático, que proporciona información en particular sobre eventos extremos en Estados Unidos como los huracanes.
Donald Trump también planea revisar la Ley de Reducción de la Inflación (IRA), una medida importante que apunta en particular a inversiones masivas en la producción energética nacional mediante la promoción de energías limpias e industrias verdes. Según la organización Climate Power, el IRA ha creado 300.000 puestos de trabajo y ha generado más de 300.000 millones de dólares en inversiones.
“Vamos a poner a trabajar a miles de estadounidenses para construir las centrales eléctricas, oleoductos, redes, puertos, refinerías y terminales de exportación del mañana. Vamos a volver a una energía muy barata”, declaró Donald Trump en comentarios recogidos por el think. tanque Terra Nova.
Otra promesa, por ejemplo: el futuro 47º presidente de los Estados Unidos quiere cancelar las subvenciones a la producción de energías renovables o de coches eléctricos.
Estos planes pueden tardar en implementarse y pueden impugnarse en los tribunales o ante las autoridades locales. Sin embargo, la política de Donald Trump será tanto más fácil de aplicar cuanto que el Senado ha quedado bajo el control de su bando, los republicanos.
El impacto en la diplomacia climática global
Según cálculos del medio especializado Carbon Brief, el regreso de Donald Trump al poder supondrá hasta 2030 4.000 millones de toneladas adicionales de CO2 en comparación con los demócratas, es decir, las emisiones anuales de Europa y Japón. En ese caso, Estados Unidos se alejaría más que nunca del objetivo de +1,5°C de calentamiento para este horizonte.
Una cosa es segura: esta victoria ya marca la retirada de Estados Unidos de la diplomacia climática global. Sin siquiera esperar a la toma de posesión en enero, esta elección debilita la voz de los negociadores estadounidenses en la COP29, que se inaugura el 11 de noviembre. Sin embargo, el compromiso de países ricos como Estados Unidos será decisivo para el aumento de la ayuda financiera a los países vulnerables, que está en el centro de las discusiones de este año.
Muchos países corren el riesgo de no querer comprometerse más si el mayor contaminador histórico entra y sale de los acuerdos climáticos internacionales cuando lo considera oportuno. Más aún en un momento en el que la eficacia de estos procesos está en duda y el escepticismo climático gana terreno en determinados países del mundo.
“Estados Unidos se va a convertir en un lugar peligroso para científicos e intelectuales”, añade a The Guardian un climatólogo de la Universidad de Pensilvania.
Incluso el jefe de TotalEnergies instó a Donald Trump a no cuestionar los compromisos de Estados Unidos en materia climática, por temor a un efecto perjudicial para la imagen de la industria petrolera. Patrick Pouyanné afirmó este lunes que prefería una EPA (Agencia Estadounidense de Protección Ambiental) “estricta”, en lugar de un entorno regulatorio que se parezca al “Salvaje Oeste”.
Según la Agenda de Investigación sobre el Cambio Climático de Estados Unidos publicada en 2023, durante los cinco años anteriores, Estados Unidos sufrió una catástrofe climática cada tres semanas, en comparación con una cada cuatro meses en la década de 1980.
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