lEl candidato republicano Donald Trump se convierte así en el número 47mi Presidente de los Estados Unidos, al final de unas elecciones ganadas duramente por sus insultos, sus excesos y sus tortuosos argumentos.
El panorama económico y estratégico del planeta corre el riesgo de modificarse profundamente, porque hay que temer cambios peligrosos en las relaciones internacionales, dada su personalidad, su obsesión mesiánica por la grandeza de América, su fascinación por los dictadores y su total desprecio por sus aliados.
La niebla que rodea su futura política exterior es tanto más espesa cuanto que la campaña se ha polarizado en torno a problemas de política interna: inflación, aborto, crisis migratoria. Sin embargo, el contraste con las posiciones de su oponente democrático permite identificar algunos puntos fuertes, en particular con respecto a China.
Un contraste sorprendente
Las posiciones defendidas sobre las relaciones internacionales por los dos candidatos ofrecieron de hecho un sorprendente contraste, particularmente en la cuestión crucial de la relación chino-estadounidense.
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En el trasfondo del partido Harris-Trump se desarrolló el choque de dos universos opuestos: por un lado, el multilateralismo del demócrata basado en la cooperación entre Estados para establecer reglas comunes, por otro, un supremacista y aislacionista, reducido a un puro ejercicio transaccional en una especie de jungla, para hacer triunfar los intereses estadounidenses mediante la negociación.
Pekín se abstuvo de posicionarse entre los dos candidatos durante la campaña, pero Donald Trump parecía contar por defecto con el favor de los líderes chinos, a juzgar por la denigración sistemática de Kamala Harris en los medios sociales controlados por el poder. Ciertamente, los estrategas de Beijing aborrecen el comportamiento brutal y errático del republicano, pero fueron capaces de detectar los defectos durante cuatro años.
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Para Xi Jinping, la política y la ideología triunfan sobre la economía. El “Emperador Rojo” quiere guiar a China por el camino hacia el liderazgo mundial proponiendo una “destino común de la humanidad en la nueva era”una fórmula enfática para designar en realidad un nuevo orden mundial sinocéntrico y antioccidental. Por lo tanto, Kamala Harris representaba a sus ojos una amenaza mucho más peligrosa para este sueño de un sistema internacional sinocéntrico, porque la demócrata, al igual que su predecesora, aspiraba a mantener un orden mundial regido por reglas, en el que Estados Unidos desempeñara un papel de liderazgo en la promoción de la democracia. y derechos humanos.
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