El MG4, como todos los modelos de la marca, estará sujeto a un recargo del 35,3%.
Está hecho. Si bien hasta ahora la Comisión Europea, y su Comisario de Comercio, Valdis Dombrovskis, dejaban la puerta abierta a las negociaciones con Pekín, la decisión cayó el 29 de octubre y, de paso, fue publicada en el Diario Oficial de la Unión el día 30 para su aplicación el próximo día. A partir de hoy, cualquier coche importado de China estará gravado con un máximo del 35,3%.
Un impuesto que se suma al 10% que ya existe, pero que no se aplica a todos. Porque Bruselas actúa según la mentalidad del cliente, al menos según la buena voluntad de los fabricantes implicados, entre quienes cooperaron en su investigación encaminada a demostrar que Beijing subsidiaba sus marcas, y las refractarias.
Buenos y malos estudiantes
Así, Byd sólo se lleva el 17%, Geely (Volvo, Smart, Lynk&Co) el 18,8% y Tesla, primera de su clase, el 7,8%. Entre los malos resultados se encuentra SAIC (MG, Maxus), que tiene derecho al tipo máximo: el 35,3%. Otras marcas, que como Dacia fabrican sus Spring en China, sufrirán un incremento del 20,7% al entrar en la Unión. En la francesa rumana deberíamos cubrir este coste adicional, que no haría variar el precio de su eléctrico, algo que el fabricante aún no ha confirmado oficialmente.
Obviamente, Pekín, apresurado en su agenda, no apreció realmente esta apresurada sanción fiscal y decidió inmediatamente llevar el asunto a la OMC (Organización Mundial del Comercio). En el proceso, Wang Wentao, Ministro de Comercio de China, emitió un comunicado de prensa explicando que “No aceptes esta decisión”.
Sin embargo, Europa no se queda estancada en este impuesto en sus fronteras y la Comisión está incluso dispuesta a levantar las sanciones en caso de que se llegue a un acuerdo con China en cualquier momento durante los próximos cinco años o si esta decisión está en vigor.
Las negociaciones siguen abiertas
Una forma de calmar a los países resistentes a estos impuestos, como Hungría, Eslovenia, Eslovaquia y Malta que se oponían a ellos. Sobre todo, una manera de calmar a Berlín, que desde ayer está en pie de guerra contra estas sanciones. Sobre todo porque entran en vigor en el momento en que Alemania se enfrenta a la enorme crisis que sacude al grupo Volkswagen, que se espera que cierre al menos tres fábricas al otro lado del Rin. Una crisis obviamente ligada en parte a la fuerte caída de las ventas de VW en China. Y en Alemania se teme que la guerra entre la UE y China agrave aún más las preocupaciones del mayor empleador privado del país.
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