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Oro, aluminio… Los fabricantes buscan rastrear mejor los minerales que utilizan

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Una insuficiencia tanto más notable cuanto que el sector sigue estando familiarizado con las violaciones de los derechos humanos, a riesgo de dañar su imagen y la de sus clientes. ¿Cómo, por ejemplo, podemos vender un coche eléctrico “verde” sin garantizar que su batería no incluya cobalto extraído por niños en la República Democrática del Congo (RDC), como denuncian habitualmente las grandes ONG?

La aparición de nuevas regulaciones –sobre minerales conflictivos (tantalio, tungsteno, estaño y oro) o el deber de vigilancia– ha empujado a las empresas de joyería y electrónica a investigar el origen de sus metales. Hoy en día, el deseo de establecer huellas ambientales y sociales confiables está fortaleciendo la tendencia y sumando al resto de la industria. La mayoría de los principales actores mineros son fósforo y están comenzando la industrialización de soluciones de trazabilidad. “Los usuarios siempre piden más información” afirma Élodie Morin, responsable de ventas responsables del grupo francés Eramet.


Soluciones digitales antifraude

En 2023, la empresa minera y metalúrgica industrializó su propia solución para el seguimiento de lotes de circón e ilmenita, dos materiales utilizados especialmente en la construcción y producidos a partir de arenas mineralizadas en Senegal. “Nuestra filial Grande Côte Operations (GCO) utiliza una draga móvil flotante, que avanza 30 metros cada día. Registramos su posición GPS, pero también datos relativos a la producción y a las emisiones de CO2, que enviamos a nuestros clientes. explica Élodie Morin ante un gráfico de árbol, que revela cuándo y cómo se produjo uno de los lotes exportados a través del puerto de Dakar en mayo.

A escala de la cadena industrial, el problema sigue siendo complejo. Un mineral suele contener varios metales y pasa por un laberinto de plantas de concentración, refinación y procesamiento, hasta el punto de que siempre termina mezclado y diluido en un producto terminado. “Los propios procesos industriales complican la trazabilidad” resume Pierre Petit-De Pasquale, director de normas de Irma. Esta organización especializada en prácticas mineras responsables publicará una nueva norma sobre “cadenas de control”. Una guía completa que enumera diferentes métodos para rastrear metales, ya sea evitando diluciones o contabilizándolos adecuadamente.

Para los casos más complejos, también autorizará un sistema de “créditos” como por ejemplo la holandesa Fairphone, que ha hecho de los metales responsables su marca registrada y examina atentamente su cadena de suministro. “En un teléfono inteligente se concentran ciertos elementos, como el litio en las baterías, y es posible saber de dónde provienen. Pero otros están muy dispersos, como el oro que se encuentra en 80 subcomponentes para un total de 20 miligramos. Es casi imposible rastrearlos por completo y requeriría todo nuestro tiempo y dinero, describe Angela Jorns, jefa del equipo de innovación de impacto del fabricante de teléfonos. ¿La solución? Además del oro “fairtrade” que logra identificar en ciertos componentes, Fairphone compra créditos de minas certificadas en Colombia y Perú para cubrir el 100% de sus necesidades de oro. Las soluciones digitales simplifican la pesada documentación en papel requerida con cada proveedor y limitan el fraude, como la introducción de mineral por una puerta trasera antes de refinarlo, un paso crítico que puede usarse para despejar dudas.

Pequeñas cantidades difíciles de rastrear

Existen otros enfoques, a menudo basados ​​en tecnologías descentralizadas tipo blockchain para evitar la modificación de datos. Los más ambiciosos pretenden mapear todos los proveedores implicados en un producto, hasta las minas, para observar su producción y dar la alerta en caso de anomalía. Un trabajo titánico que requiere “monitoreo continuo en vivo de las cadenas de suministro, con el fin de aumentar considerablemente el nivel de confianza en el sistema”, promociona a Douglas Johnson-Poensgen, fundador y director ejecutivo de la nueva empresa británica Circulor, quien diseñó el primer “pasaporte de batería” del fabricante sueco Volvo. Otros confían en soluciones más simples, impulsadas por mineros y refinadores.


“Enviar datos a los clientes, a través de un pasaporte digital, permite vender un producto como rastreable y aumentar su valor”. defiende, por ejemplo, Nathan Williams, presidente y fundador de la start-up alemana Minespider. Trabaja en particular en el sector del estaño, con socios como Minsur en Perú o Woodcross Resources en Uganda. Les autoriza a enviar su información de producción a través de códigos QR adjuntos a los lotes. Este enlace se encarga entonces de transferirlos a sus propios clientes. “Esto no impide las auditorías: podemos decir que un metal proviene de una mina, pero no que el camión que lo transporta no haya sido rescatado por grupos armados”. advierte Nathan Williams. Para ir un paso más allá, algunos trabajan en la trazabilidad física, por ejemplo para garantizar, gracias a un sensor electrónico conectado, que un barril de concentrado no se abra antes de llegar a su destino, o para encontrar marcadores fiables del concentrado. Origen de un mineral.

Un pasaporte científico para el oro

En Suiza, la refinería Metalor promueve un pasaporte geoforense para estudiar la aleación de oro y plata que recibe. “El análisis de las composiciones geoquímicas e isotópicas de los materiales puede permitir, al igual que observar el ADN, identificar la mina o el país de donde provienen”. descifra Quentin Dehaine, investigador de GTK. Este instituto finlandés está trabajando en este método para los metales de las baterías, con la ambición de poder verificar su origen, incluso después de pasar por fábricas de refinado. ¡Otro desafío científico por resolver!


“Es un poco utópico abrir un teléfono y decir que el litio que contiene proviene de cierto salar de Chile. Por otro lado, debería ser posible evaluar la probabilidad de que el litio contenido en un cátodo proceda realmente de la mina de la que se supone procede y así certificar su origen. Juez Quentin Dehaine. Los marcadores artificiales también simplificarían el seguimiento, señala, citando el proyecto europeo Maditrace, liderado por el BRGM, hasta finales de 2025. Estos métodos, que deben demostrar su eficacia y democratizarse, demuestran un nuevo aire.


Estás leyendo un artículo de L’Usine Nouvelle 3734 – Septiembre 2024
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